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A todos los que saben disfrutar de las horas muertas
La calle estaba vacía,
los semáforos abiertos
Nadie circulaba. El decorado
de todos las mañanas
roto por el silencio
del domingo. Pedir una coca-cola
era un sacrilegio. Al final, el olor
del guiso abrió la puerta
a la piedad del placer. Las voces
tomaron la sala y todos olvidaron
los malos momentos.
La calle seguía vacía.
Excelente poema, Tino.
ResponderEliminarMe ha encantado pasar por tu blog.
Un besito
Ana
El calor de una parada en una fonda, en una taberna cualquiera...donde se para el tiempo apra disfrute de los sentidos
ResponderEliminarPrecioso, de verdad...en 'Habitáculos' también se para el tiempo...
un abrazo