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Alterar el orden cuando la fuerza está
en la convicción de la palabra no es más
que ultrajar la monotonía de los verbos
vacíos.
Job se inclinó para mirar atentamente
sus llagas, cuánta vanidad. Otra mirada
a la tarde, descubrió que no había nubes.
Nadie le miraba. No había nadie. Solo,
recogió su matricula de pobre, se fue
a otra esquina donde la luz
no se extrañaba
del dolor.
Simplemente cojonudo, solo creo que debe ser muy duro aceptar la derrota, me gusto mucho Tino, abrazos y que nunca tengamos que recoger nuestra matrícula de pobre
ResponderEliminarImpresionante, Tino.
ResponderEliminarUn poema realmente conmovedor.
Un beso
Ana