Diez, ocho, cinco. Un pulso vital.
El sonido del aire acondicionado;
una cisterna de agua. Todo se confunde.
Cinco, ocho diez. El dolor se repite.
Imposible olvidar tu cumpleaños.
Cinco, ocho diez. El dolor se repite.
Imposible olvidar tu cumpleaños.
Un paseo corto araña el aroma del suelo.
Diez, ocho, cinco...Dolores infinitos.
Madrugada sinfín.
Diez, ocho, cinco...Dolores infinitos.
Madrugada sinfín.
( de El efecto Rodrigo)
Llegó Rodrigo?
ResponderEliminarun abrazo
Me encanta el ritmo aplastante de este poema.
ResponderEliminarMe ha gustado el ritmo aplastante de este poema. Un saludo. Margarita
ResponderEliminarMe ha gustado el ritmo aplastante de este poema. Un saludo. Margarita
ResponderEliminarMe ha gustado el ritmo aplastante de este poema. Un saludo. Margarita
ResponderEliminarSí, Antonio. Llegó Rodrigo el 16 de septiembre a las 5,10 de la tarde después que su madre mantuvo, como una campeona, diecisiete horas de dolor.
ResponderEliminarUn abrazote
Margarita gracias por pasar. Aquí seguimos en este efecto Rodrigo que, a veces, es un torbellino.
ResponderEliminar