![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLzxAXJRqnPRMlBO35ACYzimNMOHUP0dC5KZsRH-wh28W2oSqw9yVQrDMS0d8bLVXzI0Bg0JVgerL20xhijhy_CIpxxSE9_tDu0F3ynXBZw-dKolXcEf1FnagjDgs0Je9b8hzB1mLFuvM/s320/1154768%5B2%5D.jpg)
El aire huele a mañana, a fritos,
a la risa infinita de los niños.
En el aire navega tu voz,
tu mirada, eco de sábanas maduras
vertido en el filo de unos besos.
El olor vuelve en el límite
de la fatiga, vuelve resucitado
cambiando el gris de las palabras
con el color de la quietud.
Todo huele a ternura,
a mañana de agosto,
fabricada con gotas de luz
y brisa alentejana.
La claridad y el olor irrumpen
en este instante desnudo
hasta empujar, leve,
el viento portugués. Todo
abraza la sorpresa
en tu cintura inacabada.
Un verso go
te
a
en la tierra frágil de tus pechos,
desciende por el temblor de los geranios
borrachos de rojo y verde.
Un temblor de agua menuda
invade el pulso de día,
roto en el espejo del tiempo.
Todo huele a ti
grabado en las paredes,
transparencia de luz que amortigua
el ruido cansino de la calle.