Después del encuentro del sábado 14, con ocasión de la presentación del poemario Poetas en el Libertad 8, quiero expresar mis sentimientos. Quede claro que fue una gozada descubrir el rostro de quienes comparten letras conmigo en este foro. Y pongo en antecende y pidiendo disculpas que los versos que escribo son un poco de todos.
Perdón si mal utilicé vuestras letras para recomponer este poema del encuentro.Lo vine escribiendo a la luz del autobus que me devolvía a Badajoz. Así es
Enol, el futuro se acerca
y seguimos aquí, todavía en el arco
de tu voz buscando un verso
en los rincones del encuentro.
Hicimos
Boom, boom
Boom, boom
y nos vimos saliendo
de una enorme caverna
para ponerle cara a los poemas
y a éstos nombre y a los nombres
corazón.
Ya no más este juego
de al escondite inglés.
Pusiste tanta voz a la fábrica de palabras
que
Gío no dudó en prestarte sus versos
en un acto reflejo que destilaba cercanía.
Porque
el Collazos, allí presente, con esa
sensibilidad limeña no dudó en cumplir
ese “que nadie me vea” y se ocultó
en el abrazo caluroso de todos.
Me tocó recordar aquellos versos
que recuperaban a Baudelaire con sonidos
mariscales de guitarra, en un diálogo que olvidó
pronunciar el gesto amante de la luz
de otro poema. Importaba dejar
que corrieran los cariños desvelados.
Después, nos atrevimos a retomar
estrofas inefables, esas que en su voz
tienen forma de violines. No es verdad
Cristian Piné que nos despertamos
en una orgía de emociones, ¿no?
Tienes toda la razón, las pompitas
no han muerto en las aceras.
Ahora, es imposible parar
este viaje de poetas.
En esta tarde de otoño, cuando Madrid se recupera
de sus brujas estivales, en esta tarde,
como en ningún otro sitio hablamos
de la felicidad de los versos, con texturas maternales,
con tonos de mar, con la palabra
amb la que hauria jugat.
Qué hermoso suena,
Enric,
el meu germá,
dicho por ti.
Después, la noche arropó
la mirada
del
Tigre, acostumbrado a escribir
en las espaldas. Y Nojan salvó
muchos te quiero, incapaz de decir
adios en este mirarnos fugaz, con deseos
de burlar el tiempo.
Se rompió, algo más que el mar,
mi querida
Ana. En una resistencia de emociones
avivaste otra vez el fuego.
Bastó tu presencia para llenar de voz
la ternura,
sin margen de error alguno,
recomponiendo
el espejo
del foro.
Talvez se volvió cuerda y empezamos a saber
algunas cosas. Esa artífice de magias,
Bletisa,
al leernos, con aplauso contenido y voz grave,
otros que no eran sus poemas, esos versos de
la Fides, del bueno de
Mac Gregor reubicado
que salta, corre, brinca con besos que son poemas,
versos de mar sin equivocaciones,
y los de
Ernesto, echando de menos el olor
a coco. Memorable esta Amparo
gra
vi
tan
do
bajo el color de su pelo.
Se evocó al sevillano
Vergara,
su nombre y sus poemas,
dramáticos, grafiteros, sin saber
digerir por qué no vino, se evocó.
Sin evitar otros escorados hacia la luna,
con esa cadencia de tango del Romano,
Esteban de nombre, nos dejó la gravedad
de los tejados, con la palabra azul de Buenos Aires.
Un vivir sobre la marcha aprendiendo a retomar
todos los males, con eco de Argentina
en el regazo. Un tipo firme, de poesía andada
y otras noctámbulas madrileñas.
Nunca evitó tomar el verso apunta de afonía
y sentido.
Luis nos curó del miedo, de ese pánico
al vacío y a la palestra y remató con versos
ese algo de cielo y de noche. No ocultó los poemas
de Carmen y hubo tiempo para mirar el mundo
desde su ventana. El
de Pablos señaló
los instantes de este otoño desatado,
definiendo el límite de la belleza en las aceras.
Fuera de toda lógica,
Vicente nos hubiera encantado
recordarte después, a ti y todos los otros
que ahora nombro.
No estaba
Ramón pero su esquina asomaba
la esquina que le pertenecía, un sitio libre
y desnudo. Ni tampoco estuvo
el Castellanos,
aunque sí su presencia, él experto en el idioma
de la noche y en romper lunas. Las ausencias
fueron notables, como las de
Abraham con sus cicatrices marinas, un mar que nunca llegó
como el de
Adela.
Los susurros desvelados de la
Muela,
esos versos sagrados de
Sopeña fueron
dichos por otra. Ella permanece en la cueva
seduciendo la luz. A lo mejor mañana, después
del laberinto de ónix nos encontramos. Necesario es.
De Sevilla no llegó
la Villalobos, pero sumó años
o sueños en el deseo de venir con su soplo de raíces.
A
Elia, en ese recuerdo permanente de los elementos
que mueren, no le faltó su lugar, ni a su madre,
ese primer eslabón de las especies.
Emilio Aparicio nos dejó con los versos caóticos
que entrañan la muerte y con el silencio de un dibujo
y con el solar vacío del alma. Que otro Emilio, el
Babiano pasó sin pasar, dejándonos en suspenso ese sabor a sal
de la eterna necesidad de los encuentros.
Qué lejos está Caracas y aunque
Hallie no lo crea,
sentimos sus góndolas en el pecho intuyendo
que algún día volverá. A lo mejor en primavera,
como esa que pinta
Juan Cruz. Qué lejos está
Sudamérica, qué cerca con vosotros, con los versos
delirantes de
Just Gafar y sus reclamos. Sus poemas,
aquí no mueren de silencio, ni los de
Vivi y sus celos.
Pero suele ocurrir y la
Masares lo sabe
que hay cosas que pasan, confundimos la dicha
con el sueño. Aunque la
Varela evoque lo imperfecto,
estabais ahí, casi ahí, con esa extraña iridiscencia
casi convexa de las presencias.
A ti,
Sebastian Capone qué te pasó,
no llegaste aunque estabas en ese olor americano
de los que encendieron la puerta de los versos
y abrieron la luz de sus poemas.
Rinoa estuvo
desaparecida aunque sus poemas burlaban el espacio
y daban golpes en la pared del Libertad.
La próxima te veo y a ti también
Arguedas que no quiero que estés paciendo en el foso,
y aunque el sol pasa página y el reloj
es un mal educado queremos que vengáis
y poneros rostro, como al
Alberdi y a su hijo
antes de que cambien de identidad.
Nuria, la mirada de los tordos fue la nuestra
al no verte, que no hubiera sido pecado mortal
escuchar tu voz, tus poemas. Nos hubieras ayudado
a desenredarnos de la muerte, esa que da
no ver a los amigos. Sí, nos hubieras liberado
de los días malos como hace
Margarita que un día nos enseñó su cielo
y el catorce de noviembre nos dejó ahí, en las nubes
sin reconocer su cara,
todavía oculta en sus sentidos.
Nos quedamos sin que
Loida nos explicara los últimos versos. Pero los dioses
del recuerdo se pasean con nostalgia, tú lo sabes
Juana. Nos faltaste Corsina para romper al completo
los tatuajes en este día que los poetas nos acercamos
a recitar nuestros versos.
Al final, ayudándonos a cerrar los ojos,
muy despacio,
Blanca se hizo presente.
No se fue, se quedó
en estos trozo de letra,en este encuentro
del Libertad, en este vivir que dice
hasta que vuelvas,
porque nos faltas.
Cosas de un encuentro y otros versos. Cada uno de los nombres que aquí aparecen pertenecen a los diferentes poetas y poetisas que participaron en el poemario Poetas en Libertad 8. ( El poemario se puede pedir al mismo café o a la editorial- Poesía eres tú)
Con cariño.