viernes, 5 de abril de 2013

“Hojas sueltas de mi otoño”.


El día 3 de abril, vamos antes de ayer, laEditorial.es (la editorial profesional en línea) me pidió que presentara el poemario de Félix Gala Pastor,  “Hojas sueltas de mi otoño”, en la Residencia Universitaria Hernán Cortés de Badajoz. Y así lo hice. Hay que decir que gracias a la presencia de tertulianos de Página 72 la presentación se convirtió en una amable tertulia en la que el poeta emeritense se sitió como en su casa. 
Quiero poner un poco de lo que expuse en la presentación:

Félix Gala Pastor, un madrileño de nacimiento y emeritense. Un hombre inquieto, un escritor que trabaja sus versos con la huella del pincel. Artista plástico desde siempre, reciente poeta.

En este libro “Hojas sueltas de mi otoño”, nuestro autor nos convoca al desborde de los sentimientos, de estos que son difíciles de reprimir porque son parte de las entrañas de lo humano, nacen del deseo, de las pasiones, de la mística interior que termina por rememorar lo mejor de nosotros mismos.

El poemario, este del que hablamos, tiene tres partes definidas y un apéndice a modo de reflexión de autor:
-Hojas desde la pasión;  Hojas desde el interior; Hojas desde el recuerdo.

1. Introducción.-
Para ser ordenado iré, parte por parte, indicando aspectos de forma, estructurales y de contenido, deteniéndome más en este último.

Es interesante anotar un breve análisis simbólico-gramatical de los títulos capitales. En cada uno se dice “Hojas desde…” Pues bien, si nos fijamos en la palabra “hoja”, en plural, después de haber leído el poemario, se llega a la conclusión que este vocablo es la metáfora perfecta para indicar “lo vivido”. Si a este vocablo le unimos la preposición “desde”, indicativa de la temporalidad, descubrimos que nuestro poeta nos está hablando, con sus versos, desde lo vivido como una presencia que va más allá de la pura remembranza.

2.-Los capítulos.-
2.1. El primer capítuloHojas desde la pasión” o lo que es lo mismo “Ese tiempo vivido con pasión” se inicia con una cita de Gautier[1], un poeta del diecinueve, un modernista en el que impera el simbolismo.

El capítulo lo forman nueve poemas, sonetos, versos endecasílabos que hablan de los sentimientos pasionales propios del enamorado.

En los cuatro primeros se habla del deseo en medio de la noche, de las ausencias; del silencio con un tono imperante de desamor. El quinto poema, es como el eje del capítulo titulado “Entonces…” donde la magia del encuentro rompe con el infortunio del pasado. Este es un poema de connotaciones cosmológicas en el que las estrellas, el mar, la noche se revuelven en un estado agónico que acaba con el resurgir del amor nuevo. Y es aquí, como en las otras partes del libro, donde aparece el mar como testigo, como lugar de encuentro, como espacio contextual del yo literario que habla de amores y desamores. Esta figura protagonista del mar volverá a surgir en el tercer y último capitulo.

Así, en Espumas de mar[2] los versos se espejan en las notas eróticas que describen el acto sexual donde el poeta quiere ser viento, sol, agua, arena con el deseo irrefrenable de “beber la sal de la espalda” amada; un yo poético que abre “de (s)us entrañas las ávidas puertas…”[3], en un pacer de los labios “absorbiendo jugos en (s)u  boca”[4]. Versos líricos de sutilezas pasionales y eróticas que tienen el mar, otra vez, en primer plano.[5]

Este poema, Espumas de mar, es el inicio de otros tantos poemas de corte erótico como: Paraíso, donde lo corporal es el punto referencial significativo de la metáfora intencional. Así, los pechos adoptan la forma de panes que se amasan con delicadas caricias.; donde el pubis es fuente que embriaga. Versos eróticos con gestos explícitos en el decir:

“Y notar de tus ansias los impulsos
mi glande de tus labios prisionero,
percibirte perder los mismos pulsos
y verter mi simiente en tu granero[6]

Versos endecasílabos, sonetos atrevidos, que ponen frente al lector la imagen del amor rendido en el paroxismo del acto sexual.

Con estos poemas, nuestro autor nos pone delante del amor pasional de ese universal cultural, de ese sentimiento que ha  existido en todos los tiempos y lugares. Con ellos, Félix nos llevan a la poesía licenciosa de Samaniego, al siglo XVIII donde lo erótico es parte de una poética directa que rompe con cierto cultismo. Es interesante descubrir en los versos de nuestro autor, salvando la distancia y el estilo,  ese lenguaje de El Jardín de Venus. En los poemas de este capítulo, así como en la obra de Samaniego, se aprovechan no sé si intencionadamente algunas estrategias asociadas con la poesía amatoria propias del amor cortés e incluso de la poesía mística.
         
          2.2.-El segundo capítulo, lo titula, “Hojas desde el interior”, el tiempo de lo íntimo, lo reflexivo. Aquí, aparece una cita cabecera de Dickens[7], otro escritor decimonónico, novelista y un gran crítico de la sociedad de su tiempo.

En este espacio hay trece poemas, la mayoría de ellos construidos en forma de sonetos y otros, con versos blancos. El contenido de los poemas es  harto existencial, poemas en los que el yo poético describe el alma enfrentada al hastío[8], al insomnio[9], a la soledad[10] y a la nada[11], todas ellas situaciones difíciles, problemas que el poeta resuelve con el hecho mismo de escribir, y esto como una terapia[12]. Y es en el plano de estas situaciones vertiginosas,  al reconocerse desamparado y frágil, como es capaz de renovar  “la sangre vieja[13].

Para  describir estos sentimientos, nuestro poeta recurre a los elementos, agua, tierra, aire, en un intento de arroparse en el cosmos cercano. Tratado estos versos con la retórica propia de las alegorías, nuestro poeta consigue presentarnos al hombre, al ser humano de manera atenta, vigilante, que, “como águila en vuelo, otea desde lo alto las miserias[14]; un hombre que vive  su existencia angustiosa “sumido en el abismo, arrojado en un pozo de tristeza [15]. Aquí, las metáforas surgen de manera valiente con la pretensión de resolver las angustias más profundas. Y el poeta nos traza la posibilidad de ser  “agua de manantial”, “río de la vida”, “viento que esparce las semientes por doquier” (spermatikos); “nube empujada por mil vientos”, “tierra donde nace el misterio” [16]. Y es aquí, en este contexto cosmológico, donde el poeta nos introduce en la intimidad de la mística buscada. Estos aspectos señalados  nos recuerdan a Juan de la Cruz, cuando los versos de Félix parafrasean aquellos otros del Cántico espiritual al decir “se sosiega el alma  en la noche oscura[17].

Los aspectos místicos de esta página se colocan en paralelo con las otras, ya expuestas, del primer capítulo donde abundaban sensualidad y pasión. Tanto en una parte, como en la otra, es el fuego el elemento que aparece de manera implícita, un fuego que desborda desde el amor enamorado y en el paroxismo de los cuerpos que se entregan y se funden junto al mar así como en la quietud del alma que espera la muerte[18].

Y apuntando la muerte, es esta, otro de los puntos constantes en el horizonte del otoño diseñado por el poeta. Cuando el poeta nos la presenta lo hace con un sentimiento de aparente estoicismo[19] que salta a la actitud contraria, al hedonismo,  con el deseo de querer estar por encima del miedo a esa intrigante compañera de viaje. La muerte, dice el poeta, no agota la vida porque esta, con palabras de Unamuno, “muere de la muerte[20].  Las inflexiones literarias “de la muerte”, “con la muerte”, terminan siendo una resignada posición del hombre que con sentencias, parecidas al más puro  Séneca, dicen:

No te vale  ser, entre los duros, fuerte,
ni te vale buscar las ocasiones,
mientras ella no dé sus bendiciones,
el más allá, jamás podrá absorberte.

Y es que esta, la muerte, viene a resolver lo pesares del hombre, ese paseo entre sinsabores, amarguras y llanto mientras el yo literario se pregunta ¿dónde?, ¿cómo?, ¿cuándo?, en una búsqueda ansiosa de la alegría y la fantasía[21].

Probablemente volvamos a sentir esa época de la poética prerromántica del XVIII, esa poética intimista de la ilustración donde el lenguaje sencillo y natural nos acerca a lo más profundo de nosotros mismos. Aunque en realidad a donde nos lleva los versos de nuestro autor es a la poética de Antonio Machado. Será en el siguiente capitulo donde se observa como el sentimiento del paisaje, la realidad exterior, quedan impregnados en el estado emocional del poeta.

          2.3- El tercer y último capítulo, Felix Gala Pastor lo abre con una cita del gran dramaturgo, también del diecinueve, Oscar Wilde[22]. Un grande del esteticismo. Este capítulo, titulado “Hojas desde el recuerdo”, nos presenta el tiempo de lo vivido con  la figura de una encina, de la encina vieja[23] que, intencionalmente traza la figura del propio yo, ese yo poético que reclama un tú. Un yo, que, como la vieja encina, se siente “truncado por el rayo de la melancolía y la tristeza”. Aquí, en estos espacios de lo íntimo,  el poeta se hace consciente del desamor de lo propio, y lanza la idea, fuera de tópicos,  de que siempre es un buen momento para comenzar teniendo presente  “los brotes de hojas nuevas[24] en una clara alusión a sus descendientes.

          En este capitulo del recuerdo, donde los tiempos verbales se presentan en pasado y a veces en pretérito de presente, aparece de nuevo la figura del mar, este que “trae aromas de sales y peces…un mar, agua marina, que el poeta subraya “como sangre del corazón[25]. Convirtiéndose esta figura del mar en el imaginario poético del deseo, de la búsqueda desde tierra adentro, un sueño de sal, con sonido de caracolas y espumas gigantes. En la poética de este tramo del libro es tan fuerte este deseo de lo marítimo que el poeta siente tener alma marinera y sangre de agua salada[26]. Y aunque el mar es lejano, para un poeta de tierra adentro, el deseo persiste en un querer descansar “en la arena caliente, allá a tu lado[27].

Además del mar, la memoria descrita el metarrelato poetico nos llevan al Guadarrama, al río de lentas aguas que trae recuerdos de horas locas.”[28] Y es aquí, donde la  traza de la poesía de Félix se vuelve más intimista y es , como indicaba más arriba, donde  el sentimiento del paisaje, la realidad exterior, queda impregnada en el estado emocional del poeta.

         
3.- Punto final.-
El capitulo apéndice[29] del poemario viene a ser como un punto y seguido más que final, donde el poeta con ese estilo paternal, a lo Samaniego, intenta sacar una lección moral de lo expuesto. Ya en la cita de su cabecera el propio autor se autocrítica con sentimiento de hermenéutica gadameriana [30].

          En este capítulo solo hay un poema[31], donde el autor se pregunta  si con su poesía, la expuesta en este libro, ha conseguido conmover al lector.  Tomo esta reflexión poética como si fuera una pregunta personal para responder sin ambages, de forma directa:

Mi querido amigo, tu poética, fuera de esquemas literarios al uso y estructuras medidas, a veces corsé para tu entusiasmo y tu pasión, …tu poética, digo, es una muestra de la ternura de ese hombre que anida en ti, de ese poeta que te habita con ganas de vivir su soledad en compañía y esta de forma enamorada. Lo más importante es que,  tus versos, los poemas de este libro.

Como bien dices en el poema epílogo de  tu poemario, tus versos me pertenecen después de su lectura. Y desde esta donación, desde lo gratuito, contemplo la plasmación de tus instantes, que pueden ser también los míos, y donde el recuerdo adopta  esa solemnidad del compromiso con lo humano, siempre presente, que alecciona.

Para terminar, quiero decir que este poemario, por encima de gustarnos o no,  e incluso más allá de que su lirismo y sus sonetos nos lleguen o los rechacemos, este poemario, digo, no seremos capaces de ponerlo aparte, porque en él la tenacidad del ser humano, expresada en su contenido, es mucha;  porque lo sincero, y directo, se plasma en sus versos sin eludir lo pasional directo ni el erotismo; porque los poemas, tus poemas Félix, se adentran en el misticismo, en ese  que se sobrepone a la angustia de la nada que a todos nos atenaza. No, mi querido poeta este libro, “Hojas sueltas de mi otoño”, no lo olvidaremos porque en él aparece  un vitalismo radical que supera cualquier brutal nihilismo.

Mi querido poeta, permíteme decirte que eres como la encina, como esos olmos de tu metarrelato, que sobreviven al tiempo y en el tiempo se renuevan

Gracias por esta oportunidad de presentar este poemario; gracias, por compartir estos versos que laEditorial.es ha sabido plasmar, como siempre, tan magnífica y cuidadosamente, en esta edición.
Felicidades a los dos.



[1] “El verdadero Paraíso no está  en el cielo, sino en  la boca de la mujer amada”(Mademoiselle de MaupinPág. 19
[2] Pág. 27
[3] idem
[4] idem
[5] Pág. 28
[6] Pág. 30
[7]Cada fracaso enseña al hombre algo que necesita aprender” Pág. 33
[8] ¿Por qué te empeñas en ganar mi ser? dice el poeta. Pág 42
[9] Se niega a rendirme y me sostiene/ en siniestra vigilia que destapa/ la caja de Pandora…”. Pág. 43
[10] Con la soledad por compañía, dice el poeta, camino hacia el otoño de mis tiempos” Pág. 42
[12] Cuando escribo. “Poniendo a flor de piel mi grave situación de desamparo”…/ Fluye la tinta…/las palabras se agrupan…/ y así mi sangre vieja se renueva; …” Pág. 40
[13] Pág. 40
[14] Pág. 35
[15] Pág. 35
[16] Pág. 35
[17] En el poema que lleva este título “Alma sosegadaPág. 37
[18] Pág.38
[19] Así aparece esta estrofa del poema Correos de muerte “Son correos de muerte, que anuncian su presencia;/sibilinos avisos, presagios silenciosos/ que colman de fantasmas, hasta la propia esencia.” Pág. 39.
[20] Pág. 49
[21] Pesares. Pág 48
[22]A veces podemos pasarnos años sin vivir en absioluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.” Pág. 51
[23] Pág. 53
[24] Pág. 64
[25] Pág. 65
[26] Lejos del mar: “¿por qué me pariste, madre,/ aquí tan lejos del mar?/ donde no llegan gaviotas…” Pag. 61
[27] Mar lejano. Pág. 63
[28]Lentas aguas te surcan, ya no chocas, / retraes sólo recuerdos de horas locas,…” Pág. 68
[29] Pág. 69
[30]La obra si se publica, no pertenece al autor…
[31] Si acaso. Pág. 71

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Tiene Lisboa sonidos de agosto