jueves, 25 de enero de 2018

Breve catálogo de insectos...



Breve Catalogo de insectos y otros seres menudos es la última entrega de José Manuel Vivas, la onceava de su producción literaria, editada  por Lastura en su colección de poesía.

1.      DESDE EL TÍTULO, UNA REFLEXIÓN.

Si tuviera que coger una imagen para describir esta obra tomaría  la del grito de una madre al parir su primer hijo. ¿Por qué digo esto? porque el poemario de José Manuel es la visión poética y amante del dolor, de lo incierto, ante el ser humano que tiene enfrente. Un dolor infligido al hombre por el propio hombre. Sí, en este Breve catálogo de - lo molesto- el poeta toma la iniciativa de mostrarnos los desastres de este homo homini lupus que es el ser humano.

Su forma de decir no es con ironía, aunque la emplee, sino con aquello que mejor conoce, el verso. Así, de esta manera, bajo el título curioso de Breve catálogo de insectos y otros seres menudos, hilvana los peores hechos de la historia reciente: pateras, hambre, guerra, proxenetismo,…, con versos, con magníficos versos, que no hacen menos horrible ni más amables los hechos que cuenta, sino más soportables. Por tanto, este libro no es un poemario al uso sino una caja con versos donde el poeta ha colocado la memoria arrinconada, aquello que no nos interesa mirar.

No hay que tener miedo a dejar de leer este libro nada más comenzar.  Advierto que provocan vértigo, el necesario para hacernos más humano ante tanta des-humanidad. Por esto mismo, se advierte que la función de los poemas en esta obra  es la de empujarnos a mirar con valentía la realidad, la triste y dura realidad que nuestro autor cataloga, de forma breve, como lo molesto, como insectos y seres menudos.

2.      DESDE OTRA REFLEXIÓN, UNA PROPUESTA.

La otra reflexión, y muy interesante, está en el prólogo de la obra. Importa no saltarlo. Su autora es Laura Giordani, una poeta argentina afincada en Valencia. En este prólogo, Laura habla del contenido de este libro como de minúsculos holocaustos que no podemos eludir.  Así, como primera propuesta, Laura indica que tenemos una tarea-la que en sí acomete José Manuel- que es la de decir lo que nos duele, para que la muerte no tenga la última palabra (pág. 14).

3.      LA MIRADA DEL AUTOR. LAS CUESTIONES QUE PLANTEA.

Esta obra tiene el sello indiscutible de Jose Manuel Vivas, es decir, una forma de  ir a la raíz de los problemas, de abordar lo esencial sin alharacas metafísicas, de forma directa y sin paliativos. Por ello, sus versos, los que aquí aparecen, son frescos aunque hablen de las heridas más profundas.

El contenido lo vierte nuestro autor en dos grandes capítulos, y un poema introductorio.
En el poema de entrada nos presenta a la bestia, a ese hombre lobo para el hombre; y en los capítulos que siguen, por un lado, desarrolla aquellos problemas que nos envuelven fruto de la “malicia” humana, y por el otro, aquello que está en nuestra memoria y queremos olvidar. Cada capítulo tiene 18 poemas, aunque esta referencia es lo de menos. Lo que importa es que al tomar cualquiera de ellos- reitero-no se tenga miedo, ni vergüenza  a dejarlos una y mil veces para luego volver a retomarlos. Como digo arriba, aconsejo hacerlo así. Este poemario no admite lecturas lineales, ni seguidas, sino intermitentes, cortas, silenciosas, contemplativas dejando espacio para pensar en uno mismo, algo que no se lleva, y en especial para pedir perdón por los desastres que provocamos los hombres entre nosotros mismos.

Dicho esto, quiero subrayar las tres cuestiones que nuestro autor plantea: la crueldad/ la paradoja del límite/ el olvido.

1-La crueldad.-
Esta viene subrayada en el poema introductorio. Aquí, el poeta nos da una visión paradójica del hombre, de cómo este quiere llegar más alto de lo que su estatura de finitud le permite. Así, cuando nos habla de la crueldad  lo hace como de esa realidad congénita al propio ser humano. Esta idea aparece en los tres versos iniciales: Este animal que no protege a su prole/ y la somete al fútil presagio del abandono/tiene los días contados. (17)

La actitud del hombre-en el pensamiento de nuestro autor-al desproteger y abandonar lo propio no puede ser más cruel, más des-almado. Hay que tener entrañas de misericordia para seguir creyendo en el ser humano o alma de poeta, como la de José Manuel, para escribir lo que en esta obra aparece. Es atrevido hablar  del raquitismo del propio hombre y al mismo tiempo seguir creciendo con él.

2.- La paradoja del límite
El primer grupo de poemas, comienza  con una cita de la argentina Alejandra Pizarnik: Son mis voces cantando /para que no canten ellos,/ los amordazados grismente en el alba, /los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Aquí, en este espacio, el poeta describe con sus versos los límites que el hombre ha traspasado, la línea roja que ha disuelto, depredando a sus propios hijos desde el miedo a perder. Esto recuerda a Saturno, aquel dios que se comía a sus propios hijos bajo la presión del miedo a perder su estatus. Por otro lado, este hecho depredador habla también  de la impotencia del ser humano que creyéndose superior,  al mismo tiempo, se ve incapaz de admitir sus propios  límites. José Manuel Vivas, con sus poemas, nos presenta esta terrible “hazaña” del ser humano, de cómo pudiendo alimentar el hombre deja que los otros mueran de hambre (pág. 40/41), pudiendo acoger permite que se cierren las fronteras (pág. 21), incapaz de amar roba el placer a la otra con la ablación (pág., 33)…

La paradoja del límite está aquí, en la contradicción del propio ser humano que siendo débil se vuelve violento con los más débiles. Es curioso como esta visión de lo cruel que no queremos admitir en nosotros el poeta nos la muestra. Nos dice con sus versos el cómo habría que hacerlo, aunque duela.  Sí, hay que admitir que hemos traspasado los límites de la dignidad, de lo que en sí es lo humano, cuando  permitimos que algunos hombres se “vuelvan peces de plásticos que saltan/ desde la selva del olvido/hasta las fronteras de ciudades/ con nombres impronunciables” (pág. 21); cuando miramos para otro lado, ante el hombre-niño soldado, al que le  “abundan, le laten grillos en sus manos hasta que estos huyan carne adentro invadiendo de oscura bilis/ la vejiga/ de dolor su vientre/ y de lodo sus piernas” (pág. 23). Sí, el hombre fuerte no lo es tanto cuando abandona a su suerte a sus hijos “y no hay refugio para tantas manos/ dice el poeta/ para tantas alas  rotas ni quebradas risas, / ninguna esperanza en sus nidos de nieve.” (pág. 25).

Junto a esta cosmovisión del salir fuera de lo digno, aparece una figura-símbolo que, más allá de cualquier retórica, es indicativa de la realidad humana, las manos. Merece la pena leer a este respecto el poema de la página 26, Las manos que acarician y son ahora garras de mortal abrazo, pura paradoja.

 En este apartado primero, José Manuel Vivas nos hace ver cómo estamos inmersos en una realidad entendida como desmemoria(pág.31), como la negligencia de una madre impasible acumulando crueldades, silencios y mentiras(pág.33), como la vida truncada que puebla callejuelas y parques oscuros(pág.35), o nadan entre basureros y cigüeñas, peces de duras agallas, de pies descalzos y niñez amputada (pág.39).  La ruptura con lo social es lo que el poeta quiere hacer presente, visibilizarla aunque moleste. Basta leer el poema La nana invisible de un cuento africano (pág.28) para ser conscientes de la crueldad del ser humano. Los versos se soportan porque el poeta los desarrolla con gran ternura. No deja de ser amante esta visión de los hechos al pretender con ello-repito- que no se mire para otro lado.

La maestría de nuestro poeta hace que lo más duro se vuelva algo fácil de mirar generando conciencia. Y así lo expresa en el último poema de este capítulo: Mientras escribo esto sigue sumando la parca/ su infinita cuenta de menudos esqueletos/, el débito inadmisible en nuestra lista de la compra… (47)


3.- El olvido.
Esta idea se desarrolla en la última parte. Aquí, el grupo de poemas nos hablan del no dejar de tener memoria aunque a toda costa queramos olvidar lo que sucede.
La cita cabecera es de una escritora, Marisa de la Peña, que entiende- igual que nuestro autor- lo importante que es  luchar por la recuperación de la dignidad humana.

El poema inicial recuerda lo expuesto en la primera parte pero esta vez subrayando las  terribles complicidades para destruir a los terceros, a esos “insectos” que molestan. Estos son los que sufren, aquellos a los que se les quita la comida, la casa o la vida. El poeta magistralmente declina, fuera del encuadre, el verbo tener (haber) y el ser (estar). Presente imperfecto del verbo ser/ (que no es lo mismo que ser verbo). / Yo soy cómplice, /tú eres insensible, /él es un número más. / Nosotros somos unos cobardes, / vosotros sois unos asesinos/ ellos son las víctimas propiciatorias/ ( Y no hay más declinaciones por ahora.) (pág.52).

Los poemas que siguen hablan desde el perdedor, desde el hombre muerto, desde la herida incesante, desde la vida sin arraigo (pág. 53). Con esto el poeta seguirá insistiendo que esto es lo que no hay que olvidar y que por tanto   no hay que dejar de tener puesta la mirada en el sur, ese sur adonde “van los desastres, las avalanchas, el agua desbordada, la tempestad, los fieros huracanes (pág. 43)   Ese sur de la vida doliente lo queremos olvidar, sin embargo es importante mantener su memoria. De esta manera, el poeta significará el no olvido con un hermoso poema, la maleta de Charlotte Salomón, esa pintora judía que murió en Auschwitz, y que –como buena hebrea- mantiene el shemá, el recuerdo dentro de una maleta. Nuestro autor aprovecha el gesto con estos verso: Tengo  una  maleta llena de dibujos/en la memoria/y un millón de cuerpos sin voz/en los pastos del olvido (pág. 55). Hay que buscar en nosotros la huella de tanto desastre, así nos lo impone la voz de la conciencia en los versos de José Manuel Vivas haciéndonos una aseveración “no busquéis donde/ no existen ellos, /donde no hay sombra de su memoria” (pág.58).

Y en medio de tanto desastre y muerte, de esta segunda parte, un respiro poético en la imagen del sueño de un niño. Aquí, el poeta le da voz a los sueños del ser que quiere recomponerse. “Y sueña el niño con nidos y con árboles…con libélulas y juncos…con ser pez fuera del agua, con ser pájaro que se lanza al aire / extiende sus alas y vuela (64). Un descanso lírico donde el significante es la libertad que brota, como un ideal, en el sueño. Este soñar del niño no es más que un recordar la esperanza ante el olvido, ante la herida sin cicatrizar. De esta forma, el poeta continúa alertándonos con los recuerdos, de aquel niño sin frontera, de la madre muerta, del hermano desaparecido, del padre que nunca regresó…

Lo tremendo del olvido es que alguien quiera convencernos que la realidad no es tal, la mayoría de las veces es el poder el que disfraza todo aquello que no interesa que se sepa haciendo que le demos la espalda a lo evidente. El poeta es consciente de ello y nos dirá en uno de los poemas finales: “Acabas de recordar/las asperezas del olvido, /esa herida sin cicatrizar desde entonces, /desde aquel tiempo de dolor/ tan temprano…y  siempre…dijeron que todo era mentira” (69).

Enhorabuena a José Manuel Vivas por su valentía al traernos estos versos de Breve catálogo de insectos y otros seres menudos, que, directamente, nos hacen tomar conciencia de nuestra realidad sin obviar la parte molesta que hemos creado. Porque –dice él- “no basta mirar hoy, / habrá que mirar siempre.” (72). Sí, mirar siempre porque no todo está perdido: Pero miras de nuevo/ el retrato de ayer/ como si pudieras/ regresar al hijo, / como si aún fuese posible/ salvar el mundo (pág.74).








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