domingo, 8 de septiembre de 2019

POEMAS recitados en la NOCHE EN BLANCO de Badajoz





Invitado por Pedro MONTY, presidente de Músicos sin frontera en Badajoz y por el Rotary club de Badajoz, recité unos poemas en La Galera en la Noche en Blanco de Badajoz. 
 Escogidos de los cuatro últimos libros publicados, los poemas eran conjunto de versos que tienen la noche como referencia mayor.

I. De Las siete vidas del gato.(2009)

A mi padre, de quien aprendí a mirar la vida.

Estos versos son testigos de la larga vigilia, de aquella  noche en la que mi padre se moría de parquinsong en la habitación 114 del hospital Tierra de Barros de Almendralejo.

1.
Tiempo escaso de los sueños

Fueron la noche y las sombras
las que provocaron
el encuentro, las que dejaron
huellas en la sangre,
liberando, estremecido, el vuelo.

Después, mucho después,
inventamos las horas, ese tiempo
escaso de los sueños, donde amarrar
el destino que espeja
soledades.

El día y la luz devuelven lo prohibido
con el sabor agridulce de la separación.

2.
El camino desnudo del aire

Por su rostro de nieve baja
una brisa lenta y firme. No hay luna.
Una tensa calma deja sentir el canto
de los grillos. A lo lejos, unas voces
anuncian madrugadas calientes: Nada
está fuera de su orden. Por su rostro
desciende la historia de todos los cansancios,
las alegrías irredentas. En sus manos, ahora
en el latido de las sábanas, ya no gritan
los esfuerzos, ese fuego encendido
de otros días. No hay palabras, sólo el camino desnudo
del aire. El silencio se acomoda a las cenizas.

Todo es nuevo, desconocido en esta sin razón
que empuja al final.
·

II. De Un concierto de sonidos diminutos (2013)
Dedicado a mi madre, un ángel sin vacaciones

1
Contigo

Siento tu caricia
cuando la incertidumbre cotidiana acecha.
Tanta es la costumbre
que confundo tu rostro con la luz.

Aprendo a descifrar la magia de tus ojos
para no confundirla con el misterio abisal
de algunas noches.

Siento que el tiempo no pasa,
que el dolor es un escalón inevitable,
y la vida un trozo de jardín, a veces,
frecuentada por vientos que no quiero.

EN LA NOCHE. EN LA ORILLA DE LOS RUIDOS
2
Mirada dos
Vuelves bajo la mirada de las lechuzas.
a la hora bruja. Nadie te impide entrar.
Como dientes de la noche
unas voces levantan la protesta.

La almohada se rinde bajo el dolor
del barro y de la carne.
En la borrachera transeúnte
la noche afila sus dientes.

El sueño detiene tu felina codicia,
y pasa la página del día primero.



3
Mirada tres
Los sonidos fracturan la fiebre
de esta soledad que anida
en las luces del alma.

La soledad se vuelve silencio,
pide perdón a las voces
hasta mecer las horas de brisa.

Las paredes de esta habitación
están a punto de arder
y doblar la noche.

4
Hora bruja.

Me duele la espalda de tanto soportar
la inercia del día,
de tanto sentir esta hora bruja
en la orilla del caos y los ruidos.

Un alivio para el dolor:
soñar el cristal de tu boca
que pronuncia mi nombre.

Cuánto anhelo arrastra
este oleaje de los minutos
lapidados de cansancio. Cuánto amor
derrama este tránsito de tus dedos.

No hay nada que hacer
cuando los geranios siguen el curso
del color y tus ojos reflejan
el paso del día.

Todo está a punto de cumplirse.
Listo para dormir, aguardo
las sorpresas de mañana.


IV. De La sorpresa de lo humano.(2017)
A Rodrigo, que dentro de poco cumplirá 6 años

1
Los espacios de la carne
Hace más de dieciocho meses que Rodrigo navegaba en el interior de su madre.

SENTÍA tu transitar en el pulso
y en el agua de los dedos
al tocar el vientre de tu madre.

Imaginé como ocupabas los espacios de la carne.
Y recreé tu sonrisa en ese delatar la noche
con protestas silenciosas.
Te descubrí, nota de color, sorpresa
en la geografía de esta emoción
que nos desborda cada día.

2
Vigilias
EN MITAD de la noche
el sueño tiene sabor a llanto,
y la luz del aplique
cobra tonos de pañal limpio.
Las cuatro;
las cuatro
y
media;
las cinco.
El tiempo
parece detenerse.
Enfrente, la mirada
de este amor que manotea.
Las seis;
las seis
y
media.
El tiempo, otra vez el tiempo,
en este narrar la emoción
mientras la gata vigila.
Las siete;
las siete
y
cuarto.
Suena, sin sentido,
el despertador.
Será esto la antesala de lo humano
o un infierno
que preludia glorias.

V. De Rehacer el alba (2018)
A Gema, mi mujer por los naufragios compartidos.

1
LA NOCHE
está ebria de silencios,
de latidos de la sangre,
de imágenes sin color. No estás. La oscuridad apaga la fe,
quema la miseria humana,
los grandilocuentes discursos.
Sofoco la impiedad en la línea del deseo.
Un susurro se hunde
en la razón, la maldice.
No hay nada que contarle al tiempo.
Se rompe el espejo de las manos
ante la orfandad de tu caricia.
No sé cómo acallar soledades.
Llega el alba, tránsito de luz que perdona
el llanto de la piel desterrada.
Se despeja la niebla en estos versos de cristal
al pronunciar tu nombre sin quebrarlo.
Cómo armonizar los gestos.
Habitas en este bosque codicioso.
No quiero romper las huellas de tu cuerpo,
ese perfume que remueve
las sílabas del tedio
devolviéndome a la calma.
Uno los bordes de la tierra, con la esperanza de tenerte.
2
EN ESTE PUNTO medio de la tarde,
cuando impido el grito del alma
y me ocupo de mantener el disfraz,
rendirse no me avergüenza.

Dónde está el valor para seguir,
en medio de la penumbra; dónde
la razón de las cosas, sin maquillarlas.

En este punto y seguido del día,
cuando la noche trae el silencio
y guarda la memoria
al extender mi vida sobre el lecho.

Dónde las olas del placer por encima
del hastío; donde la discreción
que no oculta la mentira.

En este punto,
habrá un instante, leve,
para abrir el candado de tu boca.

Quién hablará de abandonos,
quién recordará las dudas.

En este punto de la tarde
cuando los infiernos parecen no estar
y el ser enamora a la muerte,
pliego las alas y sueño.

Quién se atreverá a mostrarme el desierto,
a permanecer mudo ante el engaño.

3
ES POSIBLE
la luz cuando la paciencia de la noche rehace el alba. Es posible la claridad a pesar de sentir el peso de la propia historia, esa levedad de la existencia donde las heridas parecen cerradas, donde los fantasmas y sus infiernos simulan no existir a la vista de todos. Y en esta posibilidad, de cercanas utopías, el albor revela, con insolencia, que no tengo agua en las manos ni palabras en la mirada, sólo silencio ante la agonía de un naufragio permanente.
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