domingo, 15 de febrero de 2015

No sé cuánto tiempo hace...



Madre, no sé cuántas horas han pasado desde la última vez que cogí tu mano. No sé cuánto tiempo hace que te miraba, mientras dormías, en aquella habitación, la 112 del hospital. Sé lo que te dije, mientras acariciaba tu mano. Recé contigo, como a ti te gustaba rezar. Y me devolviste, por un momento, a mi ser de creyente. No pronuncié palabra, tan solo repetía de memoria las oraciones de siempre. También te pedí perdón, por las palabras que nunca te dije y por todos los abrazos que no te di. Sé que me perdonas, como otras veces hiciste. Para ti lo que hacía estaba bien hecho, nunca preguntaste ni por curiosidad. Siempre hubo una disculpa, un estar por encima de los enfrentamientos.  Mamá, el gesto de rozar tu mano me hicieron recordar las veces que tus  manos me cuidaron cuando lo necesité. Las mismas manos que zurcieron mi ropa rota. En esos momentos, mientras rozaba tu piel reseca, repasé todos los "sí" y los “está bueno” que me decías. Cuanto amor en tu manera de ser. Siempre en un segundo plano, coqueta y con tus abalorios pero sin destacar. No sé cuánto tiempo pasará hasta que se me borre la impresión de  esos últimos momentos. Sabía que eran los de una irremediable despedida. Ya no había vuelta atrás. Gracias mamá, por enseñarme el lado positivo de la vida.

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