Cuando la lluvia invadió
los Campos Elíseos, el lenguaje
de los paraguas se extendió
por las aceras, reflejando
la prisa
en
el
espejo gris
de los escaparates.
Era mediodía, los signos del hambre
se agolpaban bajo los toldos rojos
de las brasseries. Un misterioso pudor
se mezcló con la lengua multicolor
de mil paraguas. Al fondo, la gran puerta
del Arco recogiendo miradas sin nombres.
La lluvia
se
columpiaba
en
las
banderas.
Trozos de sentimiento rodaban
por la Avenida, inmensa,
ruidosa.
Nos miramos sin deshacer
la dulce Eternidad
del momento, oculta
en la trastienda del diario. Qué hacer
para apretar la magia
del instante.
Son
re
ir
La lluvia seguía partiendo
en dos mitades
el fuerte olor a pizza
y a crepes quemadas. En las mesas
se amontonaban
platos
y
planos
de
París. Ettoile bulle con fuerza,
como un arca a la deriva.
1 comentario:
Hermoso poema, Tino.
París... sin conocerlo me da la impresión que estuve ahí.
Un abrazo, amigo.
Gio.
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