lunes, 26 de mayo de 2008

VER

I

Busco en la luz de la memoria
y te encuentro blanca,
vestida de río:

Lisboa.

Recortada en la orilla rojiza
de las Docas
después de bajar
por el vértice dorado de la Alfama.

Las sílabas vuelan
arropando tus sombras en la Baixa,
hasta desgranar verbos amantes
en las cuestas del Bairro Alto.

Lisboa, verde y dorada
vertida entre colinas
hacia el océano de la tarde.

El sol deja mensajes
en la pátina manchada de azulejos,
en el beso multicolor
de los miradores.

Lisboa, sabor de mar
en los ojos del recuerdo.
Volver es el gesto
para calmar la sed
de esta marea de versos
que descansan en la memoria
de los días.

II

Salta la noche en los ojos
del Tajo.
Lisboa duerme.

Me duelen las sombras.
Las luces de las piedras
respiran
el sello de nadie.

Todos estamos presentes,
vivos, bajo el alma
e las estatuas.
Las miradas se confunden
con las voces.

Hay gritos que no vuelven,
huyen. Sólo el eco
de la noche les permite regresar.
Lisboa descansa,
como un barco de cristal.
Libre, escapa del tiempo
y navega en las alas
del sueño.

Todo está aquí,
encerrado en este cofre
de piedra y mar,
al alcance de la mano.

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Tiene Lisboa sonidos de agosto