A Gema, mi mujer, siempre atenta hasta en las ausencias
Vienes con la luz
y te vas a escondidas de la luna.
Tú y tus prisas,
tu voz, tu semblante de aire
se esfuma en el abrazo,
en el beso colgado a los últimos minutos
de la tarde de un domingo.
Sonríes de placer
al nombrar tu cuerpo de agua.
Eres tormenta, mar embravecido,
sabor de roble con cabeza de vientos,
manos de flores que trepan por mis horas,
con la caricia del sol.
Vienes y te vas con el vaivén de las nubes,
afán de primavera, suavidad del vuelo
que pasea entre almas con ganas de vencer.
Vienes y te vas
transformando en brisa
la tormenta de mi vida.
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