viernes, 25 de julio de 2008

DE ÁNGELES Y ALCOBA.

Es temprano, muy temprano
el camión de la basura acaba
de terminar su ronda. Los frenos
de un coche despiertan el dialecto
del asfalto que responde con el eco
lastimero de las ruedas. Los ángeles
están de vacaciones.

Aullando, como un lobo enjaulado,
la loca de la casa no deja de pasar
películas inconexas de recuerdos
de amigos, de amantes, de heridas
y risas, mezclados en un saco
angustioso
que hiere el alma. Los ángeles
no han vuelto todavía.

Al son de las noticias
la hora me tiró de la cama.
La radio habla de salvadores
de la pobreza y de los desastres
ecológicos. Cuánto ángel sin bozal.
Habría que cortarles las alas
para evitar que nos despeñen.

Mientras las nubes se espesan
en el rincón ignoto
del misterio, el timbre del teléfono
taladra el vuelo ansioso
de los contraluces. Es mi madre,
un ángel sin vacaciones,
empeñada en encender una vela
que rompa con el hechizo
de los ecos que aterrizan
en mi cama.

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