El día 3 de abril, vamos antes de ayer, laEditorial.es (la editorial profesional en línea) me pidió que presentara el poemario de Félix
Gala Pastor, “Hojas sueltas de mi otoño”, en la Residencia Universitaria Hernán Cortés de Badajoz. Y así lo hice. Hay que decir que gracias a la presencia de tertulianos de Página 72 la presentación se convirtió en una amable tertulia en la que el poeta emeritense se sitió como en su casa.
Quiero poner un poco de lo que expuse en la presentación:
Félix Gala Pastor, un madrileño de
nacimiento y emeritense. Un hombre inquieto, un escritor que trabaja sus versos
con la huella del pincel. Artista plástico desde siempre, reciente poeta.
En este libro “Hojas sueltas de mi otoño”,
nuestro autor nos convoca al desborde de los sentimientos, de estos que son
difíciles de reprimir porque son parte de las entrañas de lo humano, nacen del
deseo, de las pasiones, de la mística interior que termina por rememorar lo
mejor de nosotros mismos.
El poemario, este del que hablamos, tiene
tres partes definidas y un apéndice a modo de reflexión de autor:
-Hojas desde la pasión; Hojas desde el interior; Hojas desde el
recuerdo.
1.
Introducción.-
Para ser ordenado iré, parte por parte,
indicando aspectos de forma, estructurales y de contenido, deteniéndome más en
este último.
Es interesante anotar un breve análisis
simbólico-gramatical de los títulos capitales. En cada uno se dice “Hojas
desde…” Pues bien, si nos fijamos en la palabra “hoja”, en plural, después
de haber leído el poemario, se llega a la conclusión que este vocablo es la
metáfora perfecta para indicar “lo vivido”.
Si a este vocablo le unimos la preposición “desde”, indicativa de la
temporalidad, descubrimos que nuestro poeta nos está hablando, con sus versos,
desde lo vivido como una presencia que va más allá de la pura remembranza.
2.-Los
capítulos.-
2.1.
El primer capítulo “Hojas
desde la pasión” o lo que es lo mismo “Ese tiempo vivido con pasión” se inicia con una cita de Gautier[1], un
poeta del diecinueve, un modernista en el que impera el simbolismo.
El capítulo lo forman nueve poemas, sonetos, versos
endecasílabos que hablan de los sentimientos pasionales propios del enamorado.
En los cuatro primeros se habla del deseo
en medio de la noche, de las ausencias; del silencio con un tono imperante de
desamor. El quinto poema, es como el eje del capítulo titulado “Entonces…”
donde la magia del encuentro rompe con el infortunio del pasado. Este es un
poema de connotaciones cosmológicas en el que las estrellas, el mar, la noche se revuelven en un estado agónico que
acaba con el resurgir del amor nuevo. Y es aquí, como en las otras partes del
libro, donde aparece el mar como testigo,
como lugar de encuentro, como espacio contextual del yo literario que habla de
amores y desamores. Esta figura protagonista del mar volverá a surgir en el
tercer y último capitulo.
Así, en Espumas de mar[2] los
versos se espejan en las notas eróticas que describen el acto sexual donde el
poeta quiere ser viento, sol, agua, arena
con el deseo irrefrenable de “beber la
sal de la espalda” amada; un yo poético que abre “de (s)us entrañas las ávidas puertas…”[3], en
un pacer de los labios “absorbiendo jugos
en (s)u boca”[4].
Versos líricos de sutilezas pasionales y eróticas que tienen el mar, otra vez, en
primer plano.[5]
Este poema, Espumas de mar, es el
inicio de otros tantos poemas de corte erótico como: Paraíso, donde lo
corporal es el punto referencial significativo de la metáfora intencional. Así,
los pechos adoptan la forma de panes que se amasan con delicadas caricias.;
donde el pubis es fuente que embriaga. Versos eróticos con gestos explícitos en
el decir:
“Y notar de tus
ansias los impulsos
mi glande de
tus labios prisionero,
percibirte
perder los mismos pulsos
y verter mi
simiente en tu granero”[6]
Versos endecasílabos, sonetos atrevidos,
que ponen frente al lector la imagen del amor rendido en el paroxismo del acto
sexual.
Con estos poemas, nuestro autor nos pone
delante del
amor pasional de ese universal cultural, de ese sentimiento que ha existido en todos los tiempos y lugares. Con
ellos, Félix nos llevan a la poesía licenciosa de Samaniego, al siglo XVIII
donde lo erótico es parte de una poética directa que rompe con cierto cultismo.
Es interesante descubrir en los versos de nuestro autor, salvando la distancia
y el estilo, ese lenguaje de El Jardín de Venus. En los poemas de
este capítulo, así como en la obra de Samaniego, se aprovechan no sé si
intencionadamente algunas estrategias asociadas con la poesía amatoria propias del
amor cortés e incluso de la poesía mística.
2.2.-El segundo capítulo, lo titula, “Hojas
desde el interior”, el tiempo de lo íntimo, lo reflexivo. Aquí, aparece
una cita cabecera de Dickens[7], otro
escritor decimonónico, novelista y un gran crítico de la sociedad de su tiempo.
En este espacio hay trece poemas, la
mayoría de ellos construidos en forma de sonetos y otros, con versos blancos. El
contenido de los poemas es harto
existencial, poemas en los que el yo poético describe el alma enfrentada al hastío[8], al insomnio[9], a la
soledad[10] y a la nada[11], todas
ellas situaciones difíciles, problemas que el poeta resuelve con el hecho mismo
de escribir, y esto como una terapia[12]. Y
es en el plano de estas situaciones vertiginosas, al reconocerse desamparado y frágil, como es
capaz de renovar “la sangre vieja”[13].
Para
describir estos sentimientos, nuestro poeta recurre a los elementos, agua, tierra, aire, en un intento de
arroparse en el cosmos cercano. Tratado estos versos con la retórica propia de
las alegorías, nuestro poeta consigue presentarnos al hombre, al ser humano de
manera atenta, vigilante, que, “como
águila en vuelo, otea desde lo alto las miserias”[14]; un
hombre que vive su existencia angustiosa
“sumido en el abismo, arrojado en un pozo
de tristeza” [15].
Aquí, las metáforas surgen de manera valiente con la pretensión de resolver las
angustias más profundas. Y el poeta nos traza la posibilidad de ser “agua de
manantial”, “río de la vida”, “viento que esparce las semientes por doquier”
(spermatikos); “nube empujada por mil
vientos”, “tierra donde nace el
misterio” [16].
Y es aquí, en este contexto cosmológico, donde el poeta nos introduce en la
intimidad de la mística buscada. Estos aspectos señalados nos recuerdan a Juan de la Cruz, cuando los
versos de Félix parafrasean aquellos otros del Cántico espiritual al decir “se sosiega el alma en la noche oscura”[17].
Los aspectos místicos de esta página se
colocan en paralelo con las otras, ya expuestas, del primer capítulo donde
abundaban sensualidad y pasión. Tanto en una parte, como en la otra, es el
fuego el elemento que aparece de manera implícita, un fuego que desborda desde
el amor enamorado y en el paroxismo de los cuerpos que se entregan y se funden
junto al mar así como en la quietud del alma que espera la muerte[18].
Y apuntando la muerte, es esta, otro de
los puntos constantes en el horizonte del otoño diseñado por el poeta. Cuando
el poeta nos la presenta lo hace con un sentimiento de aparente estoicismo[19] que salta
a la actitud contraria, al hedonismo, con
el deseo de querer estar por encima del miedo a esa intrigante compañera de
viaje. La muerte, dice el poeta, no agota la vida porque esta, con palabras de
Unamuno, “muere de la muerte”[20]. Las inflexiones literarias “de la muerte”, “con la muerte”, terminan siendo una resignada posición del hombre
que con sentencias, parecidas al más puro Séneca, dicen:
No te
vale ser, entre los duros, fuerte,
ni te vale
buscar las ocasiones,
mientras
ella no dé sus bendiciones,
el más allá,
jamás podrá absorberte.
Y es que esta, la muerte, viene a
resolver lo pesares del hombre, ese paseo entre sinsabores, amarguras y llanto
mientras el yo literario se pregunta ¿dónde?,
¿cómo?, ¿cuándo?, en una búsqueda ansiosa de la alegría y la fantasía[21].
Probablemente volvamos a sentir esa época
de la poética prerromántica del XVIII, esa poética intimista de la ilustración
donde el lenguaje sencillo y natural nos acerca a lo más profundo de nosotros
mismos. Aunque en realidad a donde nos lleva los versos de nuestro autor es a
la poética de Antonio Machado. Será en el siguiente capitulo donde se observa
como el sentimiento del paisaje, la realidad exterior, quedan impregnados en el
estado emocional del poeta.
2.3-
El tercer y último capítulo, Felix Gala Pastor lo abre con una cita del
gran dramaturgo, también del diecinueve, Oscar Wilde[22]. Un
grande del esteticismo. Este capítulo, titulado “Hojas desde el recuerdo”,
nos presenta el tiempo de lo vivido con la figura de una encina, de la encina vieja[23] que,
intencionalmente traza la figura del propio yo, ese yo poético que reclama un tú.
Un yo, que, como la vieja encina, se siente “truncado por el rayo de la melancolía y la tristeza”. Aquí, en
estos espacios de lo íntimo, el poeta se
hace consciente del desamor de lo propio, y lanza la idea, fuera de
tópicos, de que siempre es un buen
momento para comenzar teniendo presente “los
brotes de hojas nuevas”[24] en
una clara alusión a sus descendientes.
En
este capitulo del recuerdo, donde los tiempos verbales se presentan en pasado y
a veces en pretérito de presente, aparece de nuevo la figura del mar, este que
“trae aromas de sales y peces…” un
mar, agua marina, que el poeta
subraya “como sangre del corazón”[25]. Convirtiéndose
esta figura del mar en el imaginario poético del deseo, de la búsqueda desde
tierra adentro, un sueño de sal, con sonido de caracolas y espumas gigantes. En la poética de este
tramo del libro es tan fuerte este deseo de lo marítimo que el poeta siente
tener alma marinera y sangre de agua
salada[26].
Y aunque el mar es lejano, para un poeta de tierra adentro, el deseo persiste
en un querer descansar “en la arena
caliente, allá a tu lado”[27].
Además del mar, la memoria descrita el
metarrelato poetico nos llevan al Guadarrama, al río de lentas aguas que trae recuerdos de horas locas.”[28] Y es
aquí, donde la traza de la poesía de
Félix se vuelve más intimista y es , como indicaba más arriba, donde el sentimiento del paisaje, la realidad
exterior, queda impregnada en el estado emocional del poeta.
3.- Punto
final.-
El capitulo apéndice[29] del
poemario viene a ser como un punto y seguido más que final, donde el poeta con
ese estilo paternal, a lo Samaniego, intenta sacar una lección moral de lo
expuesto. Ya en la cita de su cabecera el propio autor se autocrítica con
sentimiento de hermenéutica gadameriana [30].
En
este capítulo solo hay un poema[31], donde
el autor se pregunta si con su poesía,
la expuesta en este libro, ha conseguido conmover al lector. Tomo esta reflexión poética como si fuera una
pregunta personal para responder sin ambages, de forma directa:
Mi querido amigo, tu poética, fuera de
esquemas literarios al uso y estructuras medidas, a veces corsé para tu
entusiasmo y tu pasión, …tu poética, digo, es
una muestra de la ternura de ese hombre que anida en ti, de ese poeta que te
habita con ganas de vivir su soledad en compañía y esta de forma enamorada.
Lo más importante es que, tus versos,
los poemas de este libro.
Como bien dices en el poema epílogo de tu poemario, tus versos me pertenecen después de su lectura. Y desde esta
donación, desde lo gratuito, contemplo la plasmación de tus instantes, que
pueden ser también los míos, y donde el
recuerdo adopta esa solemnidad del
compromiso con lo humano, siempre presente, que alecciona.
Para terminar, quiero decir que este poemario, por encima de gustarnos
o no, e incluso más allá de que su lirismo
y sus sonetos nos lleguen o los rechacemos, este poemario, digo, no seremos capaces de ponerlo aparte, porque
en él la tenacidad del ser humano, expresada en su contenido, es
mucha; porque lo sincero, y directo, se plasma en sus versos sin eludir lo
pasional directo ni el erotismo; porque
los poemas, tus poemas Félix, se adentran
en el misticismo, en ese que se
sobrepone a la angustia de la nada que a todos nos atenaza. No, mi querido
poeta este libro, “Hojas sueltas de mi otoño”, no lo olvidaremos porque en él aparece un vitalismo radical que supera cualquier
brutal nihilismo.
Mi querido poeta, permíteme decirte que eres
como la encina, como esos olmos de tu metarrelato, que sobreviven al tiempo y
en el tiempo se renuevan.
Gracias por esta oportunidad de presentar
este poemario; gracias, por compartir estos versos que laEditorial.es ha sabido plasmar, como siempre, tan
magnífica y cuidadosamente, en esta edición.
Felicidades a los dos.
[1] “El verdadero Paraíso no está en
el cielo, sino en la boca de la mujer
amada”(Mademoiselle de Maupin) Pág. 19
[2] Pág. 27
[3] idem
[4] idem
[5] Pág. 28
[6] Pág. 30
[7] “Cada fracaso enseña al hombre algo que necesita aprender” Pág. 33
[8] ¿Por qué te empeñas en ganar mi ser? dice el poeta. Pág 42
[9] Se niega a rendirme y me sostiene/ en siniestra vigilia que destapa/ la
caja de Pandora…”. Pág. 43
[10] Con la soledad por compañía, dice el poeta, camino hacia el otoño de mis tiempos” Pág. 42
[12] Cuando escribo. “Poniendo a flor de piel mi grave situación
de desamparo”…/ Fluye la tinta…/las palabras se agrupan…/ y así mi sangre vieja
se renueva; …” Pág. 40
[13] Pág. 40
[14] Pág. 35
[15] Pág. 35
[16] Pág. 35
[17] En el poema que lleva este título “Alma sosegada” Pág. 37
[18] Pág.38
[19] Así aparece esta estrofa
del poema Correos de muerte “Son correos de muerte, que anuncian su
presencia;/sibilinos avisos, presagios silenciosos/ que colman de fantasmas,
hasta la propia esencia.” Pág. 39.
[20] Pág. 49
[21] Pesares. Pág 48
[22] “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absioluto, y de pronto toda
nuestra vida se concentra en un solo instante.” Pág. 51
[23] Pág. 53
[24] Pág. 64
[25] Pág. 65
[26] Lejos del mar: “¿por qué me pariste, madre,/ aquí tan lejos
del mar?/ donde no llegan gaviotas…” Pag. 61
[27] Mar lejano. Pág. 63
[28] “Lentas aguas te surcan, ya no chocas, / retraes sólo recuerdos de horas
locas,…” Pág. 68
[29] Pág. 69
[30] “La obra si se publica, no pertenece al autor…”
[31] Si acaso. Pág. 71