Creo en el ser humano
a pesar de la maldad
que anida
en lo profundo de
él;
en su inocencia
a punto de despertar al
saber de las cosas;
en su bondad no-narcisista
capaz de perdonar lo
peor.
Creo en la utopía,
escrita en el alma
humana
que empuja a lo excelente
más allá de la
mezquindad
egoísta que inventa conflictos.
Creo en los gestos
que preceden a las
palabras;
en la palabra sincera
que, como fuego,
despeja la mentira;
y en el silencio
oportuno
que aquieta la razón.
Creo en este barro del que estoy hecho
y desde donde crezco;
en la fragilidad
que me despierta a la
fortaleza
en medio de las
contradicciones.
Creo en la valentía de empezar desde cero
por encima de los
engaños, las pérdidas
y el infierno de algunos
momentos.
Creo firmemente en la carrera
que me ha tocado vivir
donde siempre gano al
aceptar perder.
Creo en el ser que no aspira más que a lo
humano,
a ese misterio envuelto
de paradojas
donde cohabitan las torpezas
y los aciertos, la
oscuridad y luz.
Creo en lo imperfecto y finito
que moldea este cuerpo
de dios menor
del que estoy hecho.
Creo que soy más amante que héroe,
que aprendo del fracaso.
Creo en mí y ya es bastante.