Dejo en este HABITÁCULO el texto completo de Victor Bermúdez, o mejor dicho las notas de lo que fue la presentación del poemario El nombre secreto del agua, en la sede de la UNED de Mérida. Una presentación con tintes filosóficos que, además de agradarme, me reconforta. La presentación de Victor reseña perfectamente este poemario dado que todo él está insertado, estéticamente, en un contexto filosófico. La mayoría de los aspectos que toca en esta disertación-reseña tocan el corazón de la obra, El nombre secreto del agua. Vuelvo a darle las gracias a Victor Bermudez, mi amigo y compañero, por esta magistral presentación.
"Es un honor para mi presentar este poemario de Tino Lobato, editado por la prestigiosa editorial Vitruvio, en esta insigne y siempre acogedora casa, que es la sede de la UNED en Mérida. Gracias a Irene Mañas, su directora... por su siempre generosa disposición... y a Paco Molina, profesor de esta casa, por sus gestiones....
Dios y misticismo.
Decía Jerzy Grotowski, un famoso gurú del teatro de vanguardia del siglo pasado, que el artista no debe actuar, escribir, pintar... para el público (esto le convierte en un artista fatuo, frívolo), pero tampoco para sí mismo (esto le hará ensimismado, neurótico...). ¿Entonces? (preguntará alarmado cualquier hombre moderno de los que hay en la sala). Si fuera creyente, decía Grotowski, diría que para Dios, como soy ateo (y moderno), decía Grotowski, no sabría cómo decirlo... Pero no es tan difícil decirlo. Actuar, escribir, pintar para “Dios” es hacerlo mirando hacia un cierto ideal de perfección que no puede estar ni en la imperfección del mundo ni en la nuestra."
Esto no es nada nuevo. Ya los griegos pensaban que la inspiración era una suerte de locura o posesión divina. El sustantivo entusiasmo procede del griego ἐνθουσιασμός que viene a significar etimológicamente algo así como 'rapto divino' o 'posesión . Pero en la modernidad, esta posesión se vive como negatividad, como ausencia, como desesperación, silencio, o como una especie de inmanentismo mágico y “presocrático”... Aunque ni siquiera este “enthousiasmós” moderno es nuevo...
“Neti, neti”... decían invariablemente los viejos brahamanes a sus discípulos: “no es eso”, “no es eso”... Nada de lo de este mundo, nada que puedas decir se corresponde con aquello que buscamos ser y representar... Es otra cosa siempre la perfección, aquello a lo que dirigimos nuestros deseos, rezos, versos o besos...
“El deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe... una hora cuya rama no existe”, decía, de nuevo más modernamente, " Cernuda.
Esta teología negativa de Dios, que lo identifica como lo que no se deja identificar con nada, y lo dice como lo que no se deja decir... es la que corresponde al espíritu moderno, es lo mejor que puede hacer este espíritu, después de haber matado a Dios, y a la Razón, para quedarse con esas formas negativas suyas, que son la nada (lo que no es nada concreto) y lo inefable: lo que no se puede nombrar pero es, a la vez, lo que – como nombra Heidegger – se oculta, secreto, en todo nombre, como alude nuestro poeta en el título de su libro...
A ese innombrable Dios, (parece hablarle) le habla nuestro poeta cuando dice todo lo que dice (cuando dice (abran el libro por) la pág. 26:
Cómo romper mi ansia de vivir
en la bóveda de lo improbable,
saber de tu voz,
dejar que tu abrazo me bañe
hasta la última coma de mi cuerpo
¿Quién es esa voz? ¿La voz secreta del agua? Pero será un agua divina, como la de Tales de Mileto, que nos mueve al ansia de sacar la cabeza del agua (o meterla hasta el fondo) hasta esa bóveda de lo improbable...
Tino Lobato se desnuda, como debe hacer todo artista – volvería a decirnos Grotowski-- , se desnuda, nos sale al camino, y nos invita a bañarnos con él, paralelamente a él, en él, más allá de él, en la corriente del verso de este nuevo poemario-río...
“El agua fluye, y me siento río, guardián de la memoria, del mar y de las islas”
El poeta nos llama (en todos los sentido de la palabra llama) a sumergirnos, místicamente (la inmersión es un “vuelo a la inversa”, nietzscheano, dionisíaco, presocrático) en ese viaje secreto del agua. Pero, a la vez, es un viaje, dice el poeta, hacia un cauce o mar de nubes, esa bóveda de lo improbable, donde está el sol, dueño de sus apenas nombrables retazos o reflejos...
Yo diría, así, que el río de este libro va haciéndose entre las dos orillas de lo místico... Entre esa teología positiva del misticismo heracliteano que conduce a Platón y la luz (la dialéctica-río que reconoce a la razón común como medida y a Dios como la unión de los contrarios – lo real y sus sombras--), y el misticismo invertido de Nietzsche, absoluta teología negativa, que nombra a Dios auyentando todo nombre y se consagra a el en la celebración de lo diverso, lo profano, lo “absolutamente superficial”...
Entre estas dos orillas, en remolino y en paralelo, están el poeta, su vida, su poemas, y sus lectores...
Si la experiencia poética (o estética, en general) pudiera describirse como una especie de inmersión o baño emocional en el que el lector y el texto (el bañista y el agua) se descubren como lo mismo (tal como en la experiencia científica descubrimos, también, la identidad entre pensamiento y realidad) este libro les dará a ustedes un buen baño, con todos los efectos asociables al baño: purificación, sosiego, vitalidad....
Hablamos de purificación en un sentido intelectual... Hay una cierta purificación en la dialéctica. Purificación de errores. Toda creencia en algo es errónea. La dialéctica verdadera no te deja caer en la más mínima verdad...
La dialéctica se hace, en la obra de Lobato, un remolino alrededor de esas piedras con memoria que son sus versos...
“el misterio de la danza en la sangre del poema”
Dialéctica y anti-dialéctica, diálogo y danza, Heráclito/Platón, Nietzsche/cualquier otro...
Dios como presencia siempre ausente y Dios como ausencia siempre presente...
La unidad de lo diferente, y la diferencias en lo uno...
La mismidad de lo variable, y la variabilidad de lo mismo...
La forma de la materia, y la materia pluriforme...
El decir lo indecible, y lo indecible del decir...
El nombre del río, y el río de cada nombre...
“Todo fluye / contrapunto de las palabras / que quieren describir el cauce del agua / en esta inmensidad de la Tierra”
De un lado, la realidad, cambiante, metamórfica como el río de Heráclito, realidad que no admite nombres que la fijen o represen... (ten); cada vez que lanzamos las redes del lenguaje al río de lo real, salen vacías...
Cómo poner nombre a los trozos de sol
pegados a cada instante (pag 42)
Pero, a la vez, esta fluencia o confluencia es, es algo, es río, es ley de agua, es hidrológica: nunca cambia que todo cambie, la materia, el agua, no es más que fórmula, nombre transparente al logos, pura y única luz...
“Cada día estreno luz en el borde / de las márgenes (…) sueño con la fuerza que desvela / el calor del paraíso”
No es ningún secreto que el nombre del agua y lo que corre debajo, lo que llueve, empapa y deshace a los nombres (y a los hombres), nombre y agua, nombre de agua y agua sin nombre, son el alfa y el omega (o uno de sus nombres) del pensamiento, de la reflexión, esa forma esplendorosa de vivir (pero por esplendorosa, también poblada de sombras) sin la que, como decía Sócrates, la vida no merece la pena.
Esta dialéctica-río, purifica porque habita, inunda, mueve al que se sumerge en ella y se siente:
Agua entre tierra y fuego, lucha de contrarios (pg.40)
Agua con que ablandar y moldear el barro de la tierra, agua movida por la gravedad, pero también, en ratos sublimes, por el aire que separa y acaricia las cosas, y hacia la luz que acaso las quema y comprende...
Estoy ahí, ante este universo que cambia
bajo ese nudo del aire que limita las orillas
de los ojos.
También el alma es a la vez río y nombre, fluido y luz,
“Piel de la bruma, bendición del fuego”
un río serpenteante
“que busca el equilibrio en estas curvas
del verso..”
entre la tierra y el aire
“caudal que arrastra la memoria de las piedras y refleja el alma de las nubes”
El baño, el agua, también produce sosiego. Melancolía.
Otro efecto de la inmersión en la obra de Tino es... como el que típicamente tiene uno al mirar la corrientes de un río, o el caer de la lluvia... Un sosiego melancólico. Triste, sereno. Liberador.
Por qué este deseo de darle nombre a la nada
imaginando abrazos en la utopía. Por qué.
Al fin, es...
imposible detener esta corriente que arrastra la luz
hacia aquel horizonte de aguas (32)
Vivir es...
un sendero blando que marca el tiempo / en el cansancio de las márgenes
Porque yo.... (dice el poeta, podemos decir todos...)
No tengo más que el ímpetu del aire,
torbellino que estrena la magia de las tormentas,
más allá del temor. Un presente con alas
que desvela el revés del Paraíso
en la página cero. 47
Y que recuerda aquel verso sublime de Cernuda:
Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia,
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.
Tanta melancolía provoca el deseo de disolverse en esa corriente,
“en este ronronear del agua, desaparezco..”
en la paz absoluta, esconderse en el silencio (“me escondo en el silencio”), volver a la tierra, “donde habite el olvido”, en
“un tiempo sin encuentros que habla / de abrazos que no fueron; del silencio / de la creación; de una tierra que me invade”... “otros paisajes, sin héroes ni princesas / en este fluir de agua y amapolas”... Quiero regresar al lugar del sueño, / sin alas... 62
Vitalidad...
Pero no todo es melancolía. También, y al fin, la experiencia del baño, de la inmersión estética, es vivificante. El poeta encuentra ese contrapunto, de nuevo dialéctico, a la melancolía, en dos elementos: en los otros, y en el arte.
En los otros, alrededor de los otros, se articulan alguno de los más hermosos poemas del libro. El primero...
Nunca, como ahora...
Nunca sentí el vértigo de las miradas que me afirman
y nombran en el caudal de otras orillas.
Más adelante:
Cómo olvidar
esa multitud de miradas que invaden mi alma,
como un rumor de mareas 42
El otro es:
Eco que refleja mi orilla con ansía de paraíso
Así que.
Por qué no declarar el sustantivo
del amor que me sorprende
El otro contrapunto de la melancolía es el arte...
… la vida que arranca
trozos de cielo al atravesar los límites del agua (35).
…Como rocas que sobresalen...
Una roca en la ribera, atalaya
que contempla el sueño de las cañas
Una roca, un verso... Los cantos rodados que son las estrofas...
las estrofas, cantos rodados, se pegan
al ser del verbo, con el anhelo
de darle nombre al agua (poema final)
Pero el ser, piensa el autor, es más bien verbo, corriente, río...
Y la corriente del verbo y la piedra de las estrofas
fíjense que remolino forman.
Ese remolino,
que no deja de moverse, ni de ser el mismo siempre,
dando vuelta a sí y lo que lo rodea,
y que a veces se hunde en un agujero melancólico
y otras asciende en espiral de vapor hacia los otros y la luz
eso somos...
Y ese es este libro río de Tino Lobato.
Dense en él un baño de realidad,
en el sentido más dialéctico, melancólico y vivo de la palabra realidad...
Víctor Bermúdez
El nombre secreto del agua.
Mérida, 13 de junio