Nunca comprendí que la mierda diera
suerte. Ahora entiendo que es una lotería que el pi-pi y la ca-ca, aunque resulten
prosaico, se pidan como la necesidad mayor que salva del naufragio. Sí, del
desastre de orinar o defecar a todos sin previo aviso. Y aunque sea inoportuna la demanda, da igual que esta sea
en medio de un concierto de Jazz o del almuerzo, importa que se haga. Este decir de
lo cotidiano nos acerca a lo más
primigenio del animal con ganas de pensar y de hacer bien las cosas. Es el
precio de vivir en sociedad. Hoy, Rodrigo, apunto de cumplir tres años,se acostumbra a pedir ayuda ante la necesidad fisiológica,
mañana tendrá que enfrentar otras mierdas que no son suyas y estas puede que
huelan más. Está bien salir del paso en esto de la porquería pero mejor enfrentarla.
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