Cada vez más resulta complicado que a uno le lean, incluso que le reconozcan en este hecho solemne y silencioso de escribir o de hilvanar palabras. El reconocimiento parece estar en manos de quienes controlan el "cotarro" de los medios literarios. En realidad, no aspiro a estar en ninguna lista de autores famosos, ya es bastante que mis amigos y colegas disfruten con lo que hago. A pesar de todo, y por encima de cualquier parafernalia de "sabios-interesados", seguiré escribiendo y alegrándome de lo poco o mucho conseguido.
Hace unos días recibía un e-mail de un escritor que me decía haber tomado un poema para su blog. Era Javier Martín Pedrós, un escritor incansable a quien me une la inquietud por enderezar verbos en los versos. Siempre me ha parecido perfecto esta idea de compartir, basta mirar las veces que Javier ha publicado en su blog creaciones mías. Un honor. Siempre que puedo he dejado que otros tomen para sus blogs lo que cuelgo en el mío. En un mundo tan egoísta como el nuestro como no permitir este trasvase de ideas y ser solidarios.
Tal vez la noche disimula
el aire de los rostros
y cose las palabras a los ruidos
con ese tono de humedad,
apunto de abandono.
Tal vez habrá que esperar
uno, tres días
a que el aire se vuelva sonido,
y no dañe el espíritu;
y el agua brote,
de los labios de un libro.
( De Un concierto de sonidos diminutos. Heráklion. Badajoz, 2013)