Creo en el ser humano a pesar de la
maldad que anida en lo profundo de él; en
su inocencia a punto de despertar al saber de las cosas; en su bondad no-narcisista
capaz de perdonar lo peor.
Creo en
la utopía, escrita en el alma humana que empuja a lo excelente más allá de la
mezquindad egoísta que inventa conflictos.
Creo en
los gestos que preceden a las palabras; en la palabra sincera que, como fuego,
despeja la mentira; y en el silencio oportuno que aquieta la razón.
Creo en este barro del que estoy hecho y desde
donde crezco; en la fragilidad que me despierta a la fortaleza en medio de las contradicciones.
Creo en la valentía de empezar desde cero por encima de los engaños,
las pérdidas y el infierno de algunos momentos.
Creo firmemente en la carrera que me ha tocado vivir donde siempre
gano al aceptar perder.
Creo en el ser que no aspira más que a lo
humano, a ese misterio envuelto de paradojas donde cohabitan las torpezas y los
aciertos, la oscuridad y luz.
Creo en
lo imperfecto y finito que moldea este cuerpo de dios menor del que estoy hecho.
Creo que soy más amante que héroe y aprendo del fracaso.
Creo en mí
y ya es bastante.