Hace cinco años que Rodrigo comenzó a
respirar este aire de los mortales y apretó las manos en un manoteo convulso
hasta arañar el espacio extraño que le acogía.
Hace cinco años que comencé a
girar, como un satélite maduro, alrededor de esta criatura con pensamiento
propio ; que empecé a
creer, de otra forma, en los sueños y pensar que es posible hacerlos realidad
junto a este ser que crece y aprende, ama y llora, se enfada, ríe y, como un Adán
primigenio, nombra las cosas que le rodean haciéndolas existir.
Hace cinco años que el pulso vital de mi
mujer marcaba la cuenta atrás y Rodrigo se hizo notar entre dolores en una madrugada sin fin.
Hace cinco años, cuánto he aprendido al lado de Rodrigo que lo pregunta
todo, que reclama cada vez más en este mar infinito del saber que no se
sabe nada.
Hace cinco años que
escribo esta página maravillosa de mi vida donde me acostumbro a pronunciar un
nosotros que me hace distinto, y mirar el horizonte con la confianza de saber
que siempre amanece.
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