viernes, 27 de febrero de 2015

No hay nada que hacer.




Cuando la muerte juegan por el jardín y en tu casa ves el temporal que se avecina entonces la historia comienza a tener tonos grises que se confunden con las nubes o al revés, que para todo hay tiempo. El gato maúlla y no hay nada que hacer. La televisión repite los horrores de la guerra. No procede evadirse sino apretar la vida hasta el punto de agotar el último hálito. No entiendo nada. Llueve. Hace un momento salía el sol pero sigue haciendo frío. El gato no deja de maullar. Huele a tarde y a pan. A lo  mejor el desastre ya se ha ido. Los dioses se pasean entre moldes de barro. Volverán a crear seres.

miércoles, 18 de febrero de 2015

En esa fragilidad del ser hecho silencio.



Te pienso porque temo olvidarte.
Y en este pensar mantengo tu imagen,
tus manos, tu mirada, esa mirada perdida
de los últimos días. Cuánto amor me diste.

Te busco, cada día, en los rincones
de mi alma, como el peregrino
que procura un refugio para descansar.
Y te encuentro, siempre, en este tránsito.

Te abrazo en mis sueños y aligero
mi pesar. Siento el temblor de tus miedos
y pongo mis dedos en tus labios
para impedir el último suspiro.

Te acaricio en mis recuerdos,
sin maldecir el beneficio de la muerte.
Porque la vida se presentó  ingrata
en esa fragilidad del ser hecho silencio.

Te hablo, madre, y me respondes
con esa dignidad de las mujeres
que han sabido superar hasta la guerra.
Y navego en tu rostro y en mi nada.


domingo, 15 de febrero de 2015

No sé cuánto tiempo hace...



Madre, no sé cuántas horas han pasado desde la última vez que cogí tu mano. No sé cuánto tiempo hace que te miraba, mientras dormías, en aquella habitación, la 112 del hospital. Sé lo que te dije, mientras acariciaba tu mano. Recé contigo, como a ti te gustaba rezar. Y me devolviste, por un momento, a mi ser de creyente. No pronuncié palabra, tan solo repetía de memoria las oraciones de siempre. También te pedí perdón, por las palabras que nunca te dije y por todos los abrazos que no te di. Sé que me perdonas, como otras veces hiciste. Para ti lo que hacía estaba bien hecho, nunca preguntaste ni por curiosidad. Siempre hubo una disculpa, un estar por encima de los enfrentamientos.  Mamá, el gesto de rozar tu mano me hicieron recordar las veces que tus  manos me cuidaron cuando lo necesité. Las mismas manos que zurcieron mi ropa rota. En esos momentos, mientras rozaba tu piel reseca, repasé todos los "sí" y los “está bueno” que me decías. Cuanto amor en tu manera de ser. Siempre en un segundo plano, coqueta y con tus abalorios pero sin destacar. No sé cuánto tiempo pasará hasta que se me borre la impresión de  esos últimos momentos. Sabía que eran los de una irremediable despedida. Ya no había vuelta atrás. Gracias mamá, por enseñarme el lado positivo de la vida.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Sin hacer ruido.




Tu imagen se ha vuelto blanca en mis manos
todavía con el calor de las tuyas. El latido
de tu sangre es un eco profundo que me abraza.
Y te abrazo. Tus palabras, las que siempre
terminaban con un sí, crecen en mi interior
dando calor a mi alma. Y son rocío
que me inunda y alimenta desde alba.
Siempre ahí, tu gesto de acogida, tu ternura,
me devuelve a la vida, al trabajo,
a sonreír, aunque muera de dolor con tu recuerdo.
Y en este morir, madre, te siento viva
en el mejor lugar que tu vida merece.
Porque no has muerto solo te has ido, despacio
sin hacer ruido. Hasta luego.


( A mi madre que partió un día de febrero...)

martes, 10 de febrero de 2015

El temblor de su lucha.


Cómo permitir que el alba resbale
por el rostro macilento y amantisimo 
sin negar el dolor del tránsito. Cómo, 
cuando el silencio se quiebra en sus manos 
y las palabras le brotan como un frágil suspiro 
difícil de entender. Cómo acariciar su rostro 
sin sentir el temblor de su lucha.

(Ecos... Ante mi madre)

MIS VISITAS AL MUNDO

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Tiene Lisboa sonidos de agosto