Tu imagen se ha vuelto blanca en mis manos
todavía con el calor de las tuyas. El latido
de tu sangre es un eco profundo que me abraza.
Y te abrazo. Tus palabras, las que siempre
terminaban con un sí, crecen en mi interior
dando calor a mi alma. Y son rocío
que me inunda y alimenta desde alba.
Siempre ahí, tu gesto de acogida, tu ternura,
me devuelve a la vida, al trabajo,
a sonreír, aunque muera de dolor con tu recuerdo.
Y en este morir, madre, te siento viva
en el mejor lugar que tu vida merece.
Porque no has muerto solo te has ido, despacio
sin hacer ruido. Hasta luego.
( A mi madre que partió un día de febrero...)
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