Te pienso porque temo olvidarte.
Y en este pensar mantengo tu imagen,
tus manos, tu mirada, esa mirada perdida
de los últimos días. Cuánto amor me diste.
Te busco, cada día, en los rincones
de mi alma, como el peregrino
que procura un refugio para descansar.
Y te encuentro, siempre, en este tránsito.
Te abrazo en mis sueños y aligero
mi pesar. Siento el temblor de tus miedos
y pongo mis dedos en tus labios
para impedir el último suspiro.
Te acaricio en mis recuerdos,
sin maldecir el beneficio de la muerte.
Porque la vida se presentó ingrata
en esa fragilidad del ser hecho silencio.
Te hablo, madre, y me respondes
con esa dignidad de las mujeres
que han sabido superar hasta la guerra.
Y navego en tu rostro y en mi nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario