Era de noche cuando dejó el chupe al raso de la terraza, de noche y sin luna.
Quiso que el quitamiedos, al que se agarraba mientras dormía,
desapareciera de su vida. Ya eres mayor, le repetíamos mientras,
con indecisión, colocaba el chupete en un recipiente de la mesa del balcón.
Estaba medio convencido que el chupete tenía que volver con sus papás-chupetes en
la luna; un cuento mágico que estaba haciendo su impacto en el centro de sus
emociones. Y se fue a dormir mirando para atrás, por si acaso no sucedía el
viaje lunar. Vino después la mañana, y comprobó que no estaba, en la terraza, ese
tesoro preciado que había dejado con
cierto dolor. Sin lugar a dudas, era su primer arranque de generosidad, su
puesta de largo en esto de vivir cediendo para crecer. Al mediodía le llegó un
mensaje, sobre una cartulina naranja y una estrella-lazo de color rojo: Gracias
Rodrigo- decía- por devolvernos a nuestro peque. Mientras
le leíamos la misiva nos miró sin preguntar por ese resto de bebé que tanto apreció. Ya
era mayor y así lo hizo saber a media humanidad.
Destinado a comunicar todos esos momentos que son espacios donde la palabra se convierte en el refugio cierto, en luz capaz de abrir caminos.
lunes, 29 de agosto de 2016
viernes, 5 de agosto de 2016
Creces.
En medio de este mes
de agosto, a punto de cumplir tus tres años, te veo crecer.
Creces, hasta en tu forma de decir. Escuchas y repites lo
que entiendes, como si el mundo se resumiera en esas palabras.
Creces, sí y
aunque no sabes de lo ancho o lo profundo, sí de lo que quieres hacer solo; sin
ayuda de nadie. La independencia, tu medio de expresión, rompe con cualquier
paternalismo estúpido que nos exige.
Creces,
con esa normalidad de los niños de tu edad. Te levantas exigiendo el
abrazo, te acuestas arropado en él. Al enfado le sigue la risa y a la risa la
broma. No sabes manejar los imperativos mezclados con un –“por favor”- interesado.
No tienes penas, aunque llores pretendiendo conseguir el capricho del momento que nos hace preguntarnos por los nuestros.
Creces y apuntas maneras de mando. Difícil
conseguir tu favor si la orden se te impone; saltas con la tozudez de un animal, hasta quebrar las
normas establecidas. Llegarás a comprender que mandar se manda obedeciendo a lo
mejor para los otros. No te falta corazón para aprender esta medida solidaria
de saber estar con todos.
Creces y
nos haces crecer a la par. Eres un espejo donde mirarnos y descubrir errores y
aciertos, multiplicados en tu forma de actuar que nos hace
seguir, aprendiendo desde cero.
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