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Como el olivo, un buen poema resiste los embates del tiempo, mantiene su alma por encima de las estructuras, deja que quien lo contemple se vuelva más compasivo más allá de cualquier egoísmo absurdo. Como las hojas del olivo, los versos de ese poema se vuelven ancianos manteniendo su juventud, capaz de emocionar con sus palabras a quien tiene el valor de pararse a leerlo. Como el olivo, así el poema,y sus versos se trasplantan en el ánima de quien supo releerlo.
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