1
Basta
un trozo de mar, un punto de luz para que el recuerdo
aquiete
la zozobra del instante. Solemne claridad que disipa
el
vértigo de la pérdida. Feliz momento, en estas sílabas
del
día, cuando descubro que tú no estás
al
otro lado.
2
A
veces dejo que su fuego queme
ese
rastro de bestia domesticada
que
me obliga a pensar lo que no quiero.
Qué
difícil es arrancar la pátina
que
oculta el animal que, a veces,
desea
fundirse con la naturaleza.
¿Dónde dejé la intuición?
¿Dónde
oculté, con normas,
esa
forma sencilla de ser?
A veces, solo algunas veces
y
por descuido, dejo
que
el fuego abrase
la
herida del tiempo
y
cure al hombre
que
busca el Paraíso.
3
Cuando te fuiste
quise mantener tu calor
pero no fue igual.
Me abrasa tu ausencia
me destruye
esta forma de estar.
4
Te desvelas con el grito africano
de la luz y del dolor. Amaneces
en el tibio despertar de los deseos
que se vuelve abrazo...
5
En carne viva, el verso desnuda la roca,
besa las nubes que traen aliento africano.
Hay perdón en el aire, esperanza,
en el color gris de la mañana -ya amanecida.
Al descarne le sigue el trajín cotidiano,
una forma de vivir sin vuelta atrás.
En la radio, noticias
de fronteras y migrantes,
de ricos y desheredados.
6
Reflejo del mar, cristal quebrado
de arena y viento. Norte
de la luz
a
merced de las miradas.
Reflejo del alma,
desprotegido de verbos,
que añora el infinito.
7
Allí
el mar, el poema malherido, roto.
Aquí,
versos de piedra, de corales grises,
que
besan el cielo en cada charco.
Imperturbable
y lenta la luz,
ese
abrazo horizontal, que levanta
el
telón de la mañana.
Una bandada de gaviotas,
que
vuelan hacia el oeste,
dibuja
surcos azules en el aire.
8
Te vas a ritmo de olas donde el misterio
se hace vigilia, ahí donde el dolor tiene fronteras,
y la esperanza es un imposible.
9
Olas, ola,
gesto bisílabo del agua
que acaricia la luz.
Risa torpe de mar,
trazo verdiblanco que libera el ser del rincón
incierto del alma.
10
En este tránsito de nubes y agua,
en este infinito verdiblanco de mareas,
creces. No tienes límites,
aunque la razón te señale el punto final.
Acotan sin pudor tu piel blanda,
reducen las entrañas de ese oleaje del alba.
Te contemplo sin saber
cómo acariciar tanta belleza.
Me sobrepasa este vértigo de no saber...
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