Me duele tu
huella.
Y me entrego al
dolor
de las palabras rotas.
Las tardes me saben
a cenizas sin remover.
Tú me acusas por
las esquinas
de infiernos ocultos y te vuelves
para borrar ese resto de luz
que te delata. Y te entregas.
A ti no te nacen arroyos
en el silencio de las manos.
Ese silencio que sabe
guardar
medias verdades, días fingidos,
que expone el mundo al revés
al final de cada día.
1 comentario:
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