Me siento como barro de las horas, sin la humedad
del primer momento. Busco entre las vocales inciertas
de la mañana ese rastro de promesas que adornaron
los mejores instantes. Está nublado, hace frío.
Imágenes deformadas se arrastran por ese punto
donde la memoria quiere romper los silencios.
La bruma de noviembre
desfigura la ilusión
que navega a la deriva entre versos rotos.
Cierro la página de lo vivido para volver a comenzar
otro paraíso donde el ángel guardián estrena puerta
y la luz se hace sentir en la precariedad de los minutos.
Hay consignas de hambre. Sigue nublado.
La hambruna del amor se desliza por la monotonía imperativa
que traza la vigilia común de los mortales. La vista alcanza
lo que el oído entiende en este mercado sin ganancias.
Qué vivir en esta inestabilidad mohosa de los mensajes.
Me siento tan lejos y tan cerca de ti que la realidad
no parece mejorar este estado de sitio. Huir no es lo mejor
cuando las vísceras se mueven anunciando cambios.
Las noticias no mejoran la situación. Parece que llueve.
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