Todo está en calma. Duermen hasta los gatos.
La mañana tiene el peso del nublado. Sobrevivo
en medio de todo mientras me dejó alimentar
por el eco de los silencios.
La calma es el borde del paraíso,
lo cercano que vive en mí, sin reconocerlo.
Los gatos siguen durmiendo. El nublado y su peso
me abren las puertas del silencio.
Los gatos a la sombra de la calma.
Y los silencios, estos silencios, en el fondo
de la gratuidad que alimenta los rincones
olvidados de los sueños.
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