Estaba leyendo unas páginas del Cantar de los cantares de Salomón cuando me dormí. Creo que tuve una pesadilla mientras repetía algunos versos del primer canto.
La higuera madura sus
frutos.
No hay
tiempo para madurar,
todo pasa rápido.
La estupidez
se aferra a
los costados
del Niño-grande
dominador.
No hay
fruto, solo raquitismo imbécil
del hombre-deshumanizado
que magnífica
lo poco que entiende. Palabras vacías
en el foro
de la grandilocuencia.
Las viñas en flor
exhalan su aroma.
Un olor a
podrido inunda las aceras
la nariz se
acostumbra al pútrido
aroma que
secciona la pituitaria.
Todo es
gris.
Defecar en
la calle es una moda,
primero fueron
los perros
ahora es el turno
de los que un día
levantaban las
correas y el bozal.
Levántate, amiga mía,
hermosa mía.
Mejor dormir
que levantarse
estar sentado
que caminar,
ser un
vegetal hasta la inexistencia
quebrando el
punto cero.
Todo está
ajado, los gobiernos
dejaron de
funcionar.
La anarquía domina
la calle.
Todo es tan
triste.
Ven.
Nadie acude porque no hay llamada.
No hay gritos de alerta solo el sonido
de las ambulancias que recogen
cadáveres abandonados.
Una pesadilla, un sueño.
Me desperté y vi que la primavera
hacía de las suyas. O era invierno.
Y me descubrí mirándome
en el cristal de lo perplejo.
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