Después de
algunos años sin publicar Antonio Castro Sánchez hace entrega de una nueva
obra, esta vez un poemario: Era. Editado por la Fundación Caja
de Badajoz.
La obra se
sitúa en el recuerdo de la infancia, o mejor dicho, en el recuerdo como objeto
poético desde donde nuestro autor desarrolla un imaginario particular, un
universo intimo que sin pudor va descubriendo al lector. El espacio físico
donde construye este mundo personal y poético es Garlitos. Este es
un pueblo de la zona meridional de la Siberia extremeña, donde Antonio vivió y
soñó los diez primeros años de su vida. Sí, Garlitos, ese lugar de paso estrecho y de encrucijadas, será, en esta creación, el
lugar poético donde deambulan los sueños y una manera de existir, vigilados por la diosa Minerva.
La recensión la
centraré en varias cuestiones: La que hace referencia al título, ERA y la de los elementos
que conforman el contenido de los poemas, en primera persona.
Era,
hace referencia al tiempo del verbo ser que se emplea para hablar de acciones
del pasado –pretérito- y que todavía no han concluido. Inteligente nuestro
autor porque con el título nos subraya el contenido total de la obra. Al
titularlo así, nos señala que lo que nos
cuenta en su libro no van a ser restos muertos almacenados en la memoria
sino piezas vivas, siempre presentes.
El título podría
haber sido un erase pero la intención de Antonio Castro, reitero, no es la de
contar algo del pasado y de forma imprecisa, sino de hablar de aquello que las
emociones hacen presente lo ocurrido en cada gesto, en cada sueño… Y así lo
expresa nuestro autor en el último poema que titula de la misma forma, ERA:
Sé lo que tengo, lo
que fui…/ Reconozco el valor incalculable de cada segundo recuperado/en el
pecio sumergido en los mares del ERA…
La segunda cuestión
es la del contenido explanado en quince
poemas. Estos son de verso libre, de siete, once y catorce silabas que se
ordenan en las estrofas dándole un ritmo particular a través del cual se muestran
el poso clásico de nuestro autor. Pero
no viene al caso comentar el estilo, ni el continente estético de la obra sino los
elementos que le dan contenido. Importante subrayar que en este poemario se desarrollan
los versos finales que bien podrían ser el pórtico del libro:
Yo sé bien lo que tengo. / A vosotros os
tengo, la infancia que me disteis/ el universo entero en un vocablo/ y el pulso
agradecido que me siembra/ con luces del ayer/ los ojos del mañana.
Esto es ERA, un
poemario donde la dinámica, la acción continua de un ayer se hace hoy, presente, y trasciende al futuro. Así es, los
poemas marcan los tiempos incluyendo en ellos gestos y acciones significativas,
que permanecen en el existir del poeta.
En un primer
bloque de poemas se anota el gesto de
enfrentar la muerte. El poeta sabe
que este hecho nos hace más humanos al tomar conciencia de nuestra fragilidad.
Pues bien, aquí, en estos versos su padre, cartero
del silencio, es quien habla o mejor musita LA NOTICIA de la muerte del abuelo. Apenas siete años, apunta el yo lírico como indicativo del
crecimiento de la sabia nueva sobre el lecho de lo muerto-vivo. Y en este recorrido
breve, que nos abre a los gestos de los mayores, los versos nos acercan a la
madre-amantísima, a LA ABUELA. Era tan diminuta-dice, / de sencilla que era, tan humilde/ que
nombraba las cosas con los ojos. Esta se fue, silenciosa y callada, / también como una sombra.
Más
tarde, casi en el centro del poemario, volverá sobre este asunto Eran días de penas y guadañas, sigue
diciendo el yo poético, trayendo a la palestra del recuerdo la MUERTE DE UN MINERO, una muerte donde
las lágrimas contenidas son engullidas en los latines amargos, de un poeta-niño
perplejo ante el dolor.
Y es que la
infancia-consciente que el yo lírico trae a la memoria, se transforma en un
presente continuo, que duele. De esta manera dirá que “el silencio dormido en las maletas/que voraz despertaba y que barría/ las
voces y las risas de todos los rincones, marcando LA PARTIDA, esa por las que el yo dirá que le duele la infancia.
Si nos quedáramos
en este grupo de poemas parcelaríamos este libro en lo más metafísico de él por
eso al avanzar el lector se dará cuenta que, en esta antología del recuerdo,
aparecen varios elementos y uno en especial, el tiempo como protagonista. Este
tiempo va engarzando, como un hilo conductor, las realidades de lo cotidiano donde
los recuerdos son mares, dice el
poeta. Y así, de forma muy emotiva el yo literario, pone en vivo imágenes
intrascendentes, como lo vivido en AQUELLOS
VERANOS y que de manera mágica los versos transforman en momentos llenos de
luz de los que el poeta no puede desprenderse.
A partir de
estos primeros poemas, entramos en otro grupo donde las emociones surgen hasta
marcar la deriva de unos versos llenos de expresiones metafóricas, de estrofas que
empujan al descubrimiento solemne de lo sencillo en un presente que arde en las
cenizas vivas del pasado que acaban dando su fruto. Como LAS PALABRAS DEL PADRE, esas que el autor hace suyas. Junto a estos
versos otros ponen en vivo el vibrar de los sentidos, como las estrofas de esos
BESOS DE AZUCAR que acercan al poeta
a la playa donde habita. Sí, todo se
pone al descubierto marcado por un recuerdo que apuntala, al modo más cabalístico,
hasta el día, el mes y la hora, por ejemplo de EL CASTIGO. En este poema, con guiños a la oración del Padrenuestro,
se muestra ese hábitat de lo temporal en el que aparece la paradoja de una
tensión de contrarios donde se sucede a la vez un perdón y un castigo tras la puerta.
Sin lugar a
dudas, el tiempo, el cronos magnificado,
es en este libro un elemento protagonista, tan es así que el poeta lo convierte
en objeto de sus versos y a veces ese
era, se convierte en un erase una
vez de EL CUENTO INTERMINABLE, en
el que las palabras recobraban su poder
en los labios paternos. El tiempo,
en este lugar, lleva a la evocación siempre de los momentos más significativos, esos que se graban a fuego en el alma y
permanece para siempre entre el barro y
las risas de un futuro imperfecto de los DÍAS DE ESCUELA, los días en los que el yo lírico adivinó la capital de Honduras.
Sí, el tiempo
lo marca el poeta, también, de forma significante
en las cuestiones más comunes hasta engrandecerlas, como el ritual de EL ESQUILEO. Cómo no recordar el
trabajo común de esta región con el ganado ovino. Aquí, como en el resto del poemario, las metáforas
saltan con asombro entre las estrofas, como la
música mineral de las tijeras tomando la calle. Ese mismo asombro se vuelve
admiración al repasar los gestos de LA
PRIMERA VEZ de la misa temprana, cotejada por latines. Sí, la mirada del poeta era un nido de asombro en la retina.
Sin lugar a
dudas, en este libro, Antonio Castro nos traduce, con maestría y en versos, lo
vivido en acciones universales. Y desde esto vivido se habla hasta del acto más
trivial, como EL APEDREO. En este
poema, nuestro autor se pregunta ¿qué pasillo separa / la violencia del juego?
Importante traer a la memoria, hasta este hecho intrascendente convirtiendo las piedras en sueños. Este
y otras vicisitudes versificadas llevan a relativizar todo, como el yo lírico
comenta: empiezo a comprender ahora/ (que)
dormir no significa /la derrota del sueño.
Esto es ERA, un poemario para leer despacio, dejándose
invadir por la emociones de unos hechos- aparentemente baladíes- que hacen del pasado un lugar de encuentro. ERA
es una creación en la que nuestro autor diseña, entre versos, una guía capaz de adentrarnos en el imaginario
universal de aquello que fue y que sigue vivo. Porque, aunque parezca
paradójico, este mundo pretérito es la vez una realidad presente.
Autor: Antonio Castro Sánchez.
Edición no venal de la Fundación Caja Badajoz.
Badajoz. Mayo 2017. (Págs ¿?)
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