Anochece.
La tarde
es apenas
un esfuerzo de luz, unos colores
que quiebran
la limpia geometría
de esa línea de sombra
donde se pierde el mar
o se deshace.
La
ciudad blanca. Pre-texto.
ACABADA la tarde, cuando te repliegas
en el manto húmedo con olor a mar, apoyada
solo en el silencio, vienes a mí sin
prisas,
con esa serenidad del otoño
que balbucea el aire
como un rito permanente.
Acabada la tarde, estás así, quieta, oculta
en el último eco de los tranvías. Entonces
reconozco tu carne, la silueta
desdibujada
en el temblor lento del rosa de las casas,
en los soportales sucios de la plaza do
Comerço.
Acabada la tarde, la noche salta
en los ojos del Taj duermes
junto a mí.
Siento como te duelen las sombras,
esas tenues luces de las piedras que
respiran
el sello de nadie en el Bairro Alto.
Acabada la tarde, cuando tu horizonte se confunde
con las voces que se apagan, hay gritos que no vuelven,
solo el eco de la noche les permite regresar.
Te oigo
en el frágil latir de las palomas
del largo de Camões.
Acabada la tarde, el aire se vierte en el
río.
Maldigo
las horas que peinan de alquitrán
el filo de las esquinas y rompes
la tibia arquitectura de sus calles
Aprendo con el viento
el angosto contorno
de la Alfama.
Acabada la tarde, descansas
escapas del tiempo, como un barco de cristal.
Todo se cierra en ti, cofre
de piedra y mar al alcance de la mano.
[ En el vuelo de la memoria. Antología para Angel Campos Pámpano. Editora
Regional. 2018]
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