El ruido de la calle no apagó
el ritmo apasionado
del encuentro. Cinco minutos
retrasaron las miradas
pero no el deseo.
Cada segundo, cada instante
fueron sellados por el ansioso recorrido
de los cuerpos, bajo la mirada vigilante
de unas velas.
No era un espejismo sino la realidad
de unos amantes que empujaba la luz
y las palabras, en un ritual
de sombras, sobre la pared.
La calle, fabricaba rumbos;
ellos, pájaros de aceite
ahuyentando la nube de los dedos.
Y volvió la prisa,
sorprendiendo la hora
y el gesto de un café
que evitaba despedir
la nave de los sueños
2 comentarios:
Felicidades amigo, no voy a decirte que es lo mejor que te he leido, porque recuerdo otro poema breve que me gustó mucho, pero realmente formidable, ahora dispongo de poco tiempo, pero me alegro de conseguir unos minutos para poder leer esta joya. Y con esa foto de nuestro Guadiana encabritado que poco a poco regresa a su curso bajo ese aterdecer dorado. Un fuerte abrazo.
Por aquí de nuevo tino, y como siempre leyendo buenas letras.
Un saludo
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