Libro
intimista, prosa poética y versos introspectivos que manifiestan el proceso
entrañado de un naufragio, de una crisis personal extensible también a
otros muchos seres humanos y, por eso,
cercana y perturbadora. Las memorias de un desastre íntimo: esa sed de
infinito, de trascendencia, que hace agua y naufraga en la travesía del neutro
e indiferente mar de la existencia. Esa dolorosa “noche oscura del alma”, emplazada ante un destino ineludible, que
deberá aunar todas sus fuerzas e ímpetu para rehacer el alba y lograr divisar
al fin-en voz de Góngora-“la dudosa luz
del día”.
“Rehacer
el alba”, título sin duda apropiado para el nuevo libro poético de
Faustino Lobato, se abre con un interesante, bello y enaltecedor prólogo de la
conocida poeta y ensayista extremeña, lo mismo que el autor, Efi Cubero. La
obra está configurada en cuatro partes o
memorias, como las denomina Faustino, y de ahí el subtítulo del libro, “Memorias
de un naufragio”.
En
la Memoria 1, con el título alusivo
a Kundera, “la levedad del barro” se
expone, con el lenguaje armónico y el tono contenido y sobrio que constituyen
la marca literaria del autor, aquello
que representa el núcleo esencial de la crisis existenciaria. “no tengo derecho a nada/solo a ser/ vuelo en
la sombra, / una espera/ que frena lo segundos./Hace frío” (p.27), explican los versos de Faustino Lobato , que antes ya
había declarado en prosa poética “qué
fuerzas nos mantienen cuando la soledad- y las divinas ausencias- hunden lo
humano. Todo tan leve” (p. 239. Un reconocimiento de la fragilidad que el
autor afronta filosóficamente, al modo sartriano: “En este presente de naufragios y abandonos, no renuncio al pasado, a lo
que fui antes de comer ese veneno que me abrió los ojos y me hizo saber que soy
barro, levedad. Sí, soy lo que he sido aunque duela. Mi libertad me hace
responsable de mí mismo ( traduzco la frase en francés de J.P. Sartre
que Faustino cita en el libro)” ( p.32).
A lo largo de la Memoria 2 y 3, tituladas “Si
el infierno soluciona la distancia” y “Movimiento
de lo absurdo”, continúa alternándose prosas poéticas y poemas donde
Faustino Lobato nos va descubriendo ese
particular infierno que experimenta el náufrago espiritual en su batalla por mantener el ánimo: “Vivimos a la deriva-escribe Faustino- , en un mar de desconsuelos, inventando dioses
y leyendas para sobrevivir en medio de
un caos insolidario” (p.37).
Como
metáfora del sinsentido, el agua, esa lluvia pertinaz que “anega el sinsentido de las cosas” (p.36). En los poemas llueve sin
cesar, como en un norte desbocado, “llueve
tanto-nos dice-que el agua llega hasta los rincones más oscuros del alma. Y no hay sangre, sino
ideas, que vienen y van, emulando el giro de las aves atrapadas en el viento”
(p.49).
Además,
está el absurdo, ese concepto acuñado por los filósofos existencialistas a
partir de Kierkegaard, que recorre también los poemas. Por ejemplo: “Cuando en medio de lo absurdo/ no se habla
de amor ni de lo eterno y las manos callan entre mentiras, los sueños hacen
grietas en la pared” (p. 61). Sin embargo, hallarse en esa marejada de
olas, en ese “movimiento de lo absurdo”, no va a arrastrar al náufrago a la
desesperación nihilista ni al desaliento. El ánimo se va a mantener frente a la
adversidad y, así, leemos: “Estar entre
la nada y el todo, entre la angustia de vivir y la ilusión de alcanzar el paraíso.
Y creer de otra manera, hasta que la emoción me haga sentir que estoy vivo
gritando esperanza” (p.53).
Al
fin ha ocurrido la catarsis liberadora y se avista tierra firme. En la Memoria 4, que cierra el libro,
titulada “Más allá de las tinieblas”,
la luz del alba, dudosa tal vez, se construye de nuevo y, con ella, se rehace la aceptación
incondicional de ser aquí y ahora. El autor reconoce que “Es posible la luz aunque haya oscuridad “. Más, admitida la
evidente fragilidad de ser y la presencia de la duda se impone armarse de ánimo
y asumir sin reserva, tal como hace nuestro poeta, que “la vida sin color no existe, /la vida es” (p.73), reconociendo ya,
sin temor y sin subterfugios, que, aunque “la
vida iba en serio”, como declara Gil de Biedma, “es posible la luz”.
Poesía
honda, en resumen, prosa poética profunda. Poemas y prosa con un estilo propio y
depurado, donde, a menudo, palabras, frases o versos en letra cursiva se intercalan
en los pasajes de la prosa y entre las estrofas de los poemas
reafirmando la intensidad
expresiva del conjunto y creando una
sorprendente lectura a dos voces. Un notable original recurso estilístico, que ya había sido
anticipado por el autor en alguna obra anterior.
Así pues, un libro intenso y esencial, que
certifica el maduro saber literario y la calidad poética de Faustino Lobato.
Javier Olalde
Biblioteca Eugenio Trias. Madrid,
27 de abril de 2018.
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