Juan Andrés Pastor Almendros (Pamplona
1965), un hombre que se define así mismo “comunicador
de inquieta conciencia, descreído y gañán”. Escribe de sí mismo que su cometido es la comunicación y el desarrollo de ideas, contenido-dice- para hacer de la vida un espacio continuo de
conocimiento compartido.
Junto
a todo esto hay que resaltar que lo más importante de Juan Andrés es su sensibilidad y ese ser generoso que lo hace
particularmente cercano. Alguien ha dicho de él que es un hombre bueno. Los
poetas, que no son gente de fiar,
necesitan escritores como él para redimir los “engaños”, esa forma de fingir escapando a la razón, como diría
Pessoa “O poeta é um fingidor”.
En su blog “Cuaderno de apuntes”, se
define como un hombre creativo y que esto se lo permite porque mantiene una
gran ilusión en todo lo que acomete siendo la amistad, la de los amigos
elegidos, la que le dirige en este camino. Un hombre así no puede por menos que
escribir con y desde la emoción de lo diario y hacerlo muy bien.
Después de su primer poemario Sé de
los charcos (2017), nuestro poeta vuelve a alumbrar un nuevo poemario, Como una sirena que me abraza,
antes editado por Gabriel Viñals en
la colección poética y peatonal. Un
poemario ante el que hay que inclinarse por esa forma, tan explosivamente lírica,
que nos acerca a la esencia de un autor que se toma en serio el verso.
EL POEMARIO EN SÍ
El libro está compuesto
por cincuenta y dos poemas. Un
conjunto lírico que tiene la clara intención de hacer que “por la calle (corran) metáforas sonrientes, las rubias sinalefas
desatadas”. Y sigue, “(paseen) en
bici comparaciones nuevas, (compren) helados las aliteraciones, y (pierdan) el
tiempo en las esquinas hipérboles y rimas asonantes”. Y todo esto desde un expresar la
verdad más verdadera. Con estos versos, Juan Andrés señala lo que realmente
le gusta. Es cierto que nuestro autor es esa clase de poetas que no le cuesta
trabajo confesar que no sabe “de mayores
derrotas que las (propias). Sin embargo –apunta- el fracaso me revive. No me duele suplicar el perdón, ni dar las
gracias.” Alguien así, tiene el talento de mirar donde nadie observa hasta indicar que la poesía es “un pulmón que sabe respirarnos”. Con esta confesión meta-poética el yo lirico cobra un gran valor
en la obra. Será esta primera persona la que nos conducirá por cada uno de los
sorprendentes rincones de este poemario.
LOS EJES DE LA OBRA
Este libro, Como una sirena que me abraza, hay que considerarlo, permitidme la
licencia, como una aventura, en la que aparecen tres elementos, tres ejes fundamentales que se
cruzan de manera transversal, la
emoción, la palabra y la inspiración. Estos, de manera meta-poética,
tejerán la madeja lírica del contenido. Así, nuestro autor anota: Hoy en tu calle he revuelto esos sueños/ con los nuevos colores de los versos. / Luego
me fui hasta hacer de tu regreso un motivo de ecos y campanas. // Nada faltaba.// Estaban los ladridos, las
tildes del silencio, /el aire detenido de los besos.
Cada uno de estos
ejes sirve para adentrarnos en el contenido de la obra. Así, el eje principal
de este libro, son las emociones. El
poeta las hace aparecer bajo la sombra de los abrazos con “tres movimientos: // rotación, / translación /y emoción.// Y sigue
diciendo, “Cuando eso ocurre/ soy un universo/
en movimiento”. Desde el primer poema de la obra, Las nubes, Juan Andrés irá
trazando estas emociones asemejándolas al susurro de las nubes. Así, el poeta escribe
que, “a veces (oye) a las nubes
deshilachar secretos y (lavarle) memorias escondidas”. Es también la
emoción de la levedad, como el agua y su
plural que siempre se escapa…/
dejando la sed de la memoria…/”. La emoción, como movimiento pendular,
ensartado en el tiempo, cada día, donde el yo lírico, dedica una nueva caligrafía de horizontes, acentos desenvueltos,
intercaladas haches en los dedos, enlazadas palabras en los vientos,” para
después de venir “sobre los versos”. Y
termina, “te secaré el pelo, / la memoria de oro/ y el silencio”.
El segundo elemento con el que trabajará Juan Andrés Pastor es con la palabra. La tomará como protagonista, de la que él apunta “camina despacio por sus sueños…// posando el
interés sobre mi vaho . La palabra,
como amante, donde el poeta parece ver “en (sus) ojos; el color de un mar que (le)
acompaña…” La palabra, que el poeta ha
visto sonreír, / cuando volv(ía)/ de señalar los sueños/ uno a uno/ en el reloj
del domingo y del museo.” Es la
palabra escrita la que señalará con expresiones metafórica a través de la cual,
soñando, “uno…quiere conocerte, un poco más, / como si fueras aquel cuaderno
rubio/ sin coleta, semántica peinada y/ desenvuelta”. Sí, jugará con las
palabras, esas mismas que forman poemas
que a veces pierden letras que la levedad del momento se lleva pero que a
pesar de todo “no puede borrar ninguna
letr– / –el verso que al final de este poema/ tiene en tu luz, doble música
eterna; /como la luz del Sol que nos espera”.
Por último,
junto a la palabra, aparecerá el hecho mismo de la inspiración, esa que no se encuentra en los viejos diccionarios, los que tanto consulto en mis rutinas. Dice el poeta- Eres para mí lo
extraordinario- una fuente- como la sed en alguien que suspira”.
Este poeta que señala “la verdad más verdadera: la palabra más cierta, la que dicta el latido
de todo lo que sient(e) cuando escrib(e)”. De esta manera, es capaz de anticipar
un final con unos versos que no terminan aunque lo llame despedidas, donde la inspiración está presente, porque esta es “la carta de tus ojos bien jugada, un mar ignoto hasta llegar detrás de
las palabras. // Sólo el silencio de todas/ las estrellas/ que escondes en tu
pelo; / brújula sin imán, hecha locura”.
Estos tres
ejes, marcan- a mi modo de entender- el contenido de la obra. Son ellos los que
nos acercan, entre líneas, a la meta-poesía,
casi mística, de este poeta, “el alma
que está en los versos que no hemos
escrito/ y en el cajón donde hemos perdido la promesa/ primera de un amor que
es furtivo.
LA FORMA DE EXPRESAR EL CONTENIDO
En esta obra,
Juan Andrés Pastor emplea –especialmente- el verso libre sin evitar algún que
otro soneto. Esta estructura del verso le sirve como referencia del oficio de poeta.
Así, de esta manera, “liberaremos
entonces, -comenta- a todos los poemas
detenidos”. Con el verso libre, el poeta rescatará ese microcosmos vital:
Serán libres los versos y los besos. /
Habrá menos problemas./ Tendrán los buenos días/ menos prisa, las tardes otra
siesta/ y compañía/Serán las
madrugadas/ como un regalo abierto/ debajo de las sábanas/ y las horas serán campanas/
que nos anuncian a la vida. Ahora bien, en este continente estructural del
poemario, no es solo el verso blanco lo
que aparece ya que –también-se recurre a la métrica clásica, como es el caso
del soneto “Sí se avanza”:
Fui víspera de ti, fui acertijo. /Tú, memoria y trabajo; la familia. /
Aún el llanto te busca sorprendido/ estando
como estás hecho vigilia.//
Una pared, las letras y rendido /sólo la soledad que nos tirita. /Conteniendo la sombra como un grito/ madre, piedad, verdad. España escrita.//
Renglón torcido, espera desatenta. /Esta vez la pared, como esperanza.
/ Un rezo hecho distancia, siendo afrenta.//
La sombra de tu nombre es una lanza/ más allá de un olvido que es
condena. /Sólo se es memoria si se avanza.
Agradezco al
autor el haberme permitido hacer este prólogo, obligando a cada uno de vosotros,
los lectores a mirarme, en cierta medida, como testigo privilegiado de esta
obra motivándoos a leerla. No sé si lo he conseguido. En definitiva, nuestro
poeta no necesita prologuista, sus versos hablan por sí mismo y puedo declarar, enamorado de ellos, que merece la pena
leerlos y meditarlos. No os importe desnudaros
internamente al adentraros en las páginas de este libro sin olvidar pararos
para, así, guardar ese espacio silente
que os ayudará a saborear mejor los versos, los poemas de Juan Andrés Pastor,
en este Como una sirena que me abraza.
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