Esta es una reseña de Juana Vázquez al libro Rehacer el alba, editado por Vitruvio.
De “Rehacer el alba”, lo primero que habría que decir es que
es un libro de raíz, nada de adjetivos florestas, y sin embargo, es un poemario
donde se desbordan las emociones al límite de lo que duele, pero sin perder la esperanza
de la luz.
Distancia en los sentimientos,
pero tan hondos que la cueva del verbo
en su justa medida los esconde, aunque quizá no sería la palabra más adecuada,
pues no esconde nada, lo conforma en la idea de rehacer el alba después del
naufragio- por cierto no habrá muchos libros tan bien titulados, pues el título
es una síntesis del mismo. Y de muchos de sus versos-:
“…A la deriva, la bruma/de noviembre desfigura la
ilusión/entre versos desgarrados. /Cierro una página/para comenzar otro
paraíso/.
Los poemas son en su
origen filosóficos. Podríamos decir filosóficos-espirituales, que se alzan
desde el barro, que con lo “frágil” “leve”,
“silencio”, “dolor” y “tiempo”, son palabras claves, junto a otras como” infinito”y
“luz”. Palabras presentes en la superficie del verso a través de casi todos los
poemas. El enigma del mundo y de la vida
es quizá el gran tema, pero no siempre tan presente en la grafía, sino a través
del contexto:
“…y de su luz primigenia que nos haga pasar el umbral del
misterio, de lo innombrable..” o “ Si la
duda es una brecha/ por donde los sueños escapan, qué hacer cuando no hay
mensaje y la inquietud se yerguen el centro del alma.” También :”Encarar la
verdad es el principio de un rechazo…”, aunque en esta última cita haya algo
autobiográfico, que también se cuela en otros poemas.
El agua, la lluvia, está en muchos de los versos, diríase
que es el paisaje de este mundo, del día a día, y en la mayoría de las veces las
palabras sobre la lluvia están escritas en cursiva como si se tratara de otro
escenario donde transcurre el poemario “vertical” el de altos vuelos y velos. Para
mí es una lluvia-escalera utilizada para
bajar de las ideas filosóficas, de lo conceptual a lo cotidiano. No siempre,por
supuesto, lo que sí sucede es que la
frase en cursiva cuando el poema va en verso entra en otra dimensión y forma,
En un campo semántico casi propio propio. Hay poemas en prosa, en los que en
muchas ocasiones también hay cursivas indicando este desplazamiento semántico.
Casi al final del libro se va rehaciendo el alba, y el yo
lírico encuentra aquí abajo, en este mundo de incertidumbres, seducción y
afanes: es posible la vida aunque no se sepa lo que es.
“La mañana me da una tregua, me entrego/
A sus horas, dejo que pase este sentimiento del vacío. Los
espejos evitan la mirada/el abrazo del ángel frena la búsqueda/ de oro cielo,”
Al final , todo se resume en dejar tapado el misterio por la
utopía. Tanta pregunta que cae en el vació cansa y desilusiona, nunca vamos a
traspasar el “umbral”. Por eso afirma simplemente;
“La vida es”.
El último verso, se cierra con la esperanza: ”No importa si
son veinte o cuarenta las veces que la vida se ha/ vuelto aventura de desencuentros, búsqueda de mensajes. No/
Importa si las caricias se convirtieron en un constante juego para/romper el
tiempo. Es posible la luz aunque haya oscuridad y tenga/ que volver a redimir el canto de los dedos mientras deshago
el/ silencio que me separa de ti”.
Ganó la vida, aunque con renunciar al mensaje primario
oculto tras el umbral del misterio.
Un libro de una humanidad fuera de toda duda, donde se
libran todas las batallas contra el silencio de lo innombrable, al final, se
cae sobre un lecho de hierbas y se descansa…Ya lo dijo: “La vida es”. Sobran
las preguntas y el desasosiego y el dolor existencial. La mudez de la otra
orilla es nuestra seña de identidad. Nos toca aceptarla. Pues, lo repito, por tercera vez, no hay que darle mas vueltas,
simplemente: “La vida es”.
Juana Vázquez para Faustino Lobato
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