PODRÍAS gritar que el amor es un sueño,
que el corazón no late,
adelantando la muerte. No,
no lo harás,
deseas vivir en esta presencia
que arde en el viento de tus manos.
Vuelves a la tormenta
de vuestro lecho, al olor de su sombra,
a saborear el amor primero.
Descubres como su risa
se prolonga en tus entrañas,
en el amargo río de tus desasosiegos.
Te perdona,
le perdonas aquel ingrato gesto,
aquella maniobra de metal
que le hizo perder la memoria
y arrastró tu inocencia
a las puertas del infierno.
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