A Francisco
Chamorro lo conocí una tarde tomando café
en Badajoz. Un amigo común propicio el encuentro. Desde ese día me
alegro de haberle conocido. Pero tengo que decir que me alegra mucho todo lo
bueno que le ocurra, como es el hecho de esta obra donde hay una explosión poética de denuncia más allá del lirismo al uso. Un
primer libro, muy potente, que parece ser la punta de iceberg de todo lo que está por publicar.
He leído y
releído el libro Liberalismo político, publicado por Jesús Munarriz, Hiperión, de Francisco Chamorro. Lo he leído tanta
veces que he conseguido aprenderme
algunos versos de memoria. Esta obra
llama la atención por su estructura o mejor dicho por un contenido poético vertido sobre el esquema de tres conferencias
de John Rawls. Chamorro aprovecha hasta el prólogo donde el filósofo habla
de las conferencias, de lo que en
realidad supone la publicación de
Liberalismo político (también el título
es de Rawls). En el fondo, el poeta
juega a introducir un contenido poético en un esquema profundamente filosófico/político.
A decir verdad, el contenido poético no
le resta ni un ápice a la filosofía social de Rawls. Nuestro poeta
subrayará la forma de sociedad en la que vivimos hasta aburrirnos de hastío,
donde lo que parece libertad es simple esclavitud de trabajo y de consumo.
En la primera conferencia y siguiendo
el esquemas de la misma, nuestro poeta traslada el pensar y el sentir hasta los rincones mínimos de lo cotidiano. En qué piensas mientras trabajas,…/ cuando
sales del polígono…/en el camino a casa…/ comiendo. Qué sientes [mientras trabajas en el matadero]. Esta
es una forma extraordinaria de romper el
lirismo poético para recobrarlo en el sentimiento de abandono del sujeto, el yo literario, mientras reflexiona desde
un contexto precario de obrero [de la
industria cárnica]. El trabajo se deja el
misterio de este personaje mientras
bebe whisky en el bar, y piensa en esas chicas “que te abandonaron” para terminar diciendo que “no son nadie”, “tú tampoco eres nadie”. Un
sujeto desesperado, bebedor, que mata el tiempo [libre] en el bar. Y así,
en esta reflexión de no aparente lirismo el poeta introduce al lector en un mundo de vaciedades y repeticiones, donde la emoción, a pesar del desespero, es primordial, “me emociono por todo-dice.
Francisco
Chamorro comenta las incidencias de un personaje que, lejos de ser ficticio, es
él mismo. Desde las primeras páginas adivinas que el libro es
autobiográfico. La página 21 lo hace
patente. Y así, empleando la tercera
persona evita hablar de sí mismo.
Así, dice: Le llamaban el lechero a finales de los noventa en el C.P. Arias
Montano (Fregenal de la Sierra. Badajoz)…Lechero fue su abuelo yen cierto
tiempo su padre…Este el lechero,…es el enviado de la naturaleza , el sudor y la
frente, la tierra y la zarza. En estos versos, en estas líneas del libro el
lirismo implícito salta en la emoción de la identidad. El extremo de lo autobiográfico llega en las páginas
siguientes cuando escribe su D.N.I., el número de un sujeto vivo. Y así, con una anáfora
existencial, casi bíblica, señala: Soy yo, cariño/ soy yo, no
me recuerdas, verdad. / Soy yo, amor. / Soy el gran edificio desde el que se
ven/ las grandes construcciones sentimentales./ Soy la referencia de los
viajeros. // Te lo juro no desaparezco.
El poeta, a partir
de estas páginas, va dejando un rastro
de ironía, casi cínica (en el sentido más desvergonzado de la palabra) Soy
un hombre bueno y quiero viajar gratis/debería bastar./ Soy un hombre pobre y
quiero viajar gratis,/ debería bastar.
Y en esta perspectiva
de la identidad y del abandono, esboza un poema esencialmente anafórico con la
expresión poeta trabaja de…para terminar con un verso de toque lírico, Las
palabras están hechas de hambre. Magnífico.
Mejor no se puede expresar el hecho de escribir o la soledad angustiosa del
escritor.
Así, en un
esquema de filosofía socio-política nuestro autor comenta que todo
es político. / Whisky con agua/ Y
quien soporta la claridad a estas horas, el bebercio, la política/ y quien
soporta la claridad a todas horas, qué han hecho conmigo,/ porque duele todo.
En medio de
este contexto, de intima reflexión
desesperada sobre sí mismo, el yo dirige la mirada hacia los viajes, esos en los que gastamos- comenta-todo el dinero que ganamos escribiendo
libros/ detrás de las barras de los bares, en las oficinas,/en las grúas, en
los puertos y aeropuertos/ … El
sujeto descrito es un personaje engullido por el consumo en medio de rutina y
vacío.
En la segunda parte del libro, según el
esquema de Rawls, la segunda conferencia,
Francisco Chamorro le hace decir al personaje que es un hombre libre. Este sentimiento es en sí una actitud crítica con
todo lo que le rodea. (Ver página 33)
Los versos, Me siento libre, liviano. / Soy un hombre más libre. Se intercalan como expresión
anafórica, como un eco en las expresiones mismas de Rawl: La libertad, sin precedentes
que nuestra sociedad ofrece a sus miembros
ha llegado acompañada de una impotencia también sin precedente. Este
poema contrasta con el siguiente donde el
yo lírico sitúa al lector, además de la identidad del autor (yo literario) en la cara opuesta del ser libre en la del
proletariado que no es dueño de su propia historia: Soy un animal de fábrica,
(pg. 35) dice el poeta.
Libertad y opresión calculada, ahora, en
paralelo con la realidad consumista e inútil en la que el poeta dice que
hizo La forma de las cosas, su alma,
su sentido; y con ello la terrible
soledad , quién sabe-dice-del porqué estamos solos, abandonados, / si
hay aplicaciones geniales, esplendidas y de gran alcance. (Páginas 39-43).
Los textos que
siguen tienen ese desgarro propio de
aquel que, siendo un “habitante de lo rural”,
y a pesar de la mecánica de un trabajo precario, la ciudad le parece una “jaula”
donde los deseos se multiplican, la inversión
del síndrome del caballo de Troya ( Ver poema de la página, 66) Nuestro poeta,
en un intento de poetizar la plena autonomía, apunta al registro íntimo de la familia, a ese lugar estático de lo
social para dejar una petición esta
de la inmortalidad…hasta consumir el
infinito (pg. 46). Vuelve con estas expresiones a marcar el sentido
lírico dentro del despojo de lirismo que hace en sus textos. Que hago
aquí, whisky en mano, mayo, en cualquier pueblo de Extremadura te preguntarás.
En las últimas páginas de este apartado
nuestro autor marca la soledad con una expresión frustrante, le falta la
partícula condicional [si] para denotarlo, Soy
el poeta del dialogo. / Me gustaría que hablasen conmigo. Terrible que en
esta página 50 el autor del libro
deje su tarjeta de visitas. Lo admirable de todo es la ironía de la frase final “escribidme
a…pero sin falas de ortografía/eso no por favor/ os lo pido desde el corazón
(pag. 50)
La tercera parte, según el texto de
Rawl, la III Conferencia,
Constructivismo político, se abre con ese lirismo deconstruido: Aprendí
a soñar mientras dormía en las
aerolíneas de bajo coste. Más adelante dice, no sé si puedo escapar de las estructuras, de lo que es/ y de mi
capacidad para reconocerme en sus
palabras. / Pero quién sabe de las
noches que me declaré líquido/ en fiestas y jolgorios sin saber que no tener forma es estar/condenado a
cualquiera. ( pag. 55). Los verbos aprender/ soñar/
reconocer/declarar/ estar…marcan en
estas expresiones un non amarum
contemplatione rerum una contemplación amarga del ser. Esta contemplatio entis no admite la luz
porque ésta estropea la materia (pg
58). Tremendo estado que aparta al ser de cualquier salida.
El poeta lo intenta
remediar, preguntando, en medio de
unas concepciones objetivas del sistema, esas cuestiones que apuntan a la
materia: ¿qué sucede en el trayecto/ entre la carne y la superficie? // ¿Qué sucede en el trayecto/ entre el cuerpo y la imagen?// ¿qué sucede en
el trayecto/ entre el número y la muerte?
(págs. 62ss) Estas cuestiones son fundamentales sobre todo si tenemos en
cuenta, no la primera parte de la pregunta sino la segunda y aquí, el segundo
concepto –superficie, imagen, muerte. En esta metafísica, el autor nos lleva al sinsentido del ser
humano, consumista y solo, es posible
que hoy se agoten los seres (pg. 63)- comenta, con esa ironía del desespero
-esta vez referidos a las reses del matadero-, que después de sacrificadas,
troceadas, preparadas (plastificadas) son parte del festín carnívoro. La
ironía está en la metáfora que va de un lado a otro, de la sala de despiece a
la vida cotidiana. Todo se arruga en lo igual. La segunda objetividad marca esto que apunto. En definitiva, no deja de ser un despiece personal lo que
el poeta narra, esa desolación de lo
cotidiano -desde ir al baño. Curioso que esta es una verdad que se contiene en todos los seres (pg. 64). La
objetividad continúa en ese esperar a que las cosas cedan. Y en este
cotidiano de soledades y desesperos, de aburrida vivencia laboral, un deseo expreso,
un testamento vital encabezado por
una cita del costumbrismo de Luis Chamizo
–paradoja-. Me quiero morir en mi
huerta. / Me quiero morir en Extremadura. / Me quiero morir con la tierra entre
las manos. (pág. 66/ 67). Un poema
que si no fuera por la gravedad de lo que dice resultaría esperpéntico y
paradójico. De las diez estrofas las dos primeras y la sexta denotan esa
forma nostálgica de mirar la propia tierra, las raíces [culturales/sociales].
En el final
del libro, los versos o las notas reflexivas, nos conducen a la síntesis de la
realidad identitaria del propio autor. Con el apellido, y no de forma baladí,
el yo lirico nos sitúa irremisiblemente en el hecho indiscutible de la
pertenencia; nos lleva a la memoria que
está más allá del Cronos y nos empuja a ese instante oportuno del Kairós donde
el tiempo deja de existir y el ser cobra relieve por lo que es.
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