A Hilario Barrero
MEDIODÍA, de pesada luz,
tiempo de insignes presencias,
el momento justo para mirar
el ceño de Beethoven que viste la estancia
con el vértigo de una Sonata.
Un espacio para volar
por encima de las derrotas,
abrazado al instinto poético de Hilario Barrero;
al cosmos de Wolf, Pastor y Veyrat;
a la rima necesaria de Brezme y Pepe Iniesta.
Momento épico, sin duda,
con un punto de
maldad que no abandono
ante la travesía compleja del verso,
ese preciso don de lenguas,
bajo un sol de poniente y un abrazo de sirena.
Luz de mediodía, desviada del mundo,
que afirma este sinprisas
irredento
del ser poeta, a veces, analfabeto
que no quiere morir de tristeza
ni cambiar el nombre de las calles.
(Del libro inédito PARA NO ESCONDER LA LUZ, pg. 49)
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