martes, 19 de noviembre de 2019

Un Comentario de Carmen Salas a Rehacer el alba.


REHACER EL ALBA
de
Faustino Lobato


Faustino Lobato comienza su poemario con una cita de Julián Borao “No juegues a ser Dios porque eres, a lo sumo, nada más que un suspiro intrascendente, del aliento total del universo...” como una declaración de intenciones, un reconocimiento expreso de ser menos que una mota de polvo en el universo entero, carente de poder para cambiar nada de lo que pueda o no fluir y totalmente consciente de la levedad del ser, que del barro viene y al barro vuelve.

Así, escribe el poeta:

          “...la muerte y la vida se citan...” (ante la presunta certeza de que Dios ha muerto, sintiendo el fracaso).
          “...para amanecer, después del naufragio, con la certeza de esta levedad del barro que me circunda.”

Mientras se pregunta por el equilibrio inexistente y la sensatez, cuando el vacío invade los cuerpos/mentes, despojados de fe y se hunden en la soledad, lo carcome la falacia del amor cuando lo que hay fuera es desamor y desespero

          “… qué fuerza nos mantiene cuando la soledad – y las divinas ausencias – hunden lo humano.”

          “Todo tan leve”

          “No, no hay fuerza de atracción en este barrizal del deshecho. Hay un estado infame de desamor que provoca desespero.”

Contra los numerosos recuerdos y la tristeza, solo la Poesía llena su vacío; la prisa marca la vida, el silencio entre las personas, la monotonía y con el sentir de las ausencias, no sabe adónde ir.

          “...las sonrisas no llegan y el verso
          golpea el vacío de mi vida.
          Todo se repite
          con la mecánica de la prisa...”

Pero se resiste a tomar el camino de regreso a la nada y en él está el deseo de retomar la lucha en soledad, aunque todavía no sabe cómo,

          Cómo parar esta inercia sin sentido”

para seguir buscando en la poesía los prometedores años de la certidumbre, de la ilusión – ahora a la deriva – de un mundo mejor, viendo cómo se esfuman los sueños que tuvo.
El silencio le duele en la memoria y siente la lluvia y el frío de saber que no sirve de nada fingir una nueva realidad.

          “Inventar la realidad
          no cambia el estado de sitio. Porqué fingir
          cuando las vísceras se mueven
          anunciando mudanzas...”

Se afana en encontrar en la Poesía el hueco dejado por la esperanza. El tiempo frío y lluvioso empeora su desazón de finitud y vacío y regresa al barro, como grano de arena, como hormiga, para recuperar el abrazo, el disfrute de las pequeñas cosas.
Entre la memoria de sus recuerdos y el hastío, aparece la muerte, las vividas, quizás el presentimiento de su propia muerte, todos los desastres del mundo con la guerra a la cabeza y sin poder hacer nada, le hiere como un sentimiento de culpa, arrastrando un lastre con ello.
Y escribe:

          “Los dioses pasean por la periferia.”
          “Los dioses manipulan moldes de barro.”
          “Los dioses se empeñan en crear.”

Y, sin embargo, “...caminamos en direcciones opuestas.”

El dolor interior le atraviesa, pero no se compadece. Resiste; padece la sed que le llega desde los recuerdos tristes de otros aconteceres dolorosos anteriores.
Y sigue la vida sin renunciar a lo que es, debido al pasado. Es barro, aunque le duela.

          “...ahora, me detengo ante otra forma de la vida, con nombre y rostro propios.”

Y acepta la nueva singladura.

Poemario de auténticos sentimientos y sensaciones, el poeta se desnuda y desnuda los poemas de artificios y falsedad: hay soledad, miedo, muerte, vacío, incertidumbre a merced de que el olvido le consuele.
Encarando la verdad a costa de sufrir sus consecuencias, después de vivir toda una vida de mentiras tapadas, desde la misma iglesia.
Nada tiene sentido cuando lo sagrado se vistió de mentiras; ¿qué sabemos entonces si no podemos distinguir entre mentira y verdad?

          “Los justos naufragan en el vacío”

Este descreimiento que se apodera del hombre, le lleva al caos de un vivir exento de valores y de solidaridad.
La herida abierta por el desconsuelo y la sinrazón que se siente ante la orfandad, no se cierra.
Sin embargo, el alba que cierra la noche, con su séquito de luz, despeja el llanto. Pero necesita de gestos armonizados para volver a la calma perdida.

Rememora pasajes bíblicos aprendidos sobre Dios, vive el infierno de un mundo absurdo y estúpido, un mundo en caos, donde Dios se asoma quizá y no hace nada
Y el poeta pide, porque lo necesita, una tregua a ese infierno.
Sintiendo la fragilidad ante la falta de voz, de calor, sacudido por el vacío y la miseria bajo el peso de la costumbre.

Solo “...el verso escapa de la confusión.” volviendo a reivindicar el consuelo que da la Poesía, mientras la humanidad deshumanizada le come por dentro con sus tristezas y el paso inexorable del tiempo. Viviendo una vida cainizada, con Caín vencedor, no sale de la penumbra. Quiere creer, aunque esté lejos la solución.

          “Los ángeles tienen una mirada perpleja.”

¿Qué hacer? Se pregunta, sin sueños, con inquietud.
¿Qué decir? Ante el silencio, cuando el ruido engulle la belleza de los recuerdos.
¿Por qué? No puede hacer nada excepto callar ante el silencio:

          “...pero no matar el mundo.”

          “Si la duda es una brecha
          por donde los sueños escapan
          qué hacer cuando no hay mensaje
          y la inquietud se yergue
          en el centro del alma,”

Quiere deshacerse de esta incertidumbre convertida en amenaza, en amarra y mordaza, sin poder actuar.
Desde estas posiciones, concluye que hasta la Poesía ya no ayuda.

          “...preso del infortunio
          el verso se nubla.”

Ve cómo ya nadie mira a nadie, presos de una individualidad incoherente y absurda, avocados todos a la soledad más aberrante. Nada ni nadie protege la vida, ahora que parece que todo está perdido y lo invade la consternación.

          “Estoy ante el dolor de lo perdido,
          en la desesperanza
          sin poder reparar
          estos versos de agua.”

Vuelve a revivir el recuerdo de la orfandad, le llueve sin parar y ve entre la gente su sed de libertad en sus caras anónimas, Pero, como si de un milagro se tratara, la salida del pozo va apareciendo en un día de diario, de escuelas y bares abiertos, al olor del café. Vuelve a la vida de verdad, sin pensamientos dolorosos, mientras sigue la lluvia.
Le vuelven los sueños multiplicados, recupera el sentido de la vida y vuelve a saborear la lluvia, el aire, las voces, los ruidos de la calle y sus sonidos. Llueve tanto y la lluvia le rescata, se va llenando de ideas que le bullen en la cabeza

Este poemario hace un viaje desde la rotunda tristeza de los recuerdos más oscuros, atravesando un tiempo de vacío, miedo, soledad y dolor y tras mantener la calma incluso sintiéndose extranjero en su propio cuerpo, el poeta sigue y sigue con la vida, su vida, hasta recuperar de nuevo la esperanza, la certidumbre, el sentido de la vida, sentir de nuevo la calidez de las relaciones humanas y que el calor del sol acaricia de nuevo su rostro y sus sueños.
En cada memoria, el autor recrea unas circunstancias, unas actitudes, pensamientos y recuperaciones de valores adormecidos por el peso de los recuerdos del pasado, y la depresión en que se ve inmerso, como en un pozo, sin herramientas que poder usar para salir.
Y el tiempo pasa y con su paso lento va abriendo rendijas en el muro de la desesperanza.
Y el poeta marcha con su pesadumbre el tiempo necesario para la recapacitación de sus pensamientos, de sus sentires, curándose poco a poco al ir recuperando pensamientos y actitudes más positivos que le ayudan a volver a su estado original de calma y orden.

Un abrazo.

Carmen S.

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