REHACER EL ALBA
de
Faustino
Lobato
Faustino
Lobato comienza su poemario con una cita de Julián Borao “No juegues a ser Dios
porque eres, a lo sumo, nada más que un suspiro intrascendente, del aliento
total del universo...” como una declaración de intenciones, un reconocimiento
expreso de ser menos que una mota de polvo en el universo entero, carente de
poder para cambiar nada de lo que pueda o no fluir y totalmente consciente de
la levedad del ser, que del barro viene y al barro vuelve.
Así, escribe
el poeta:
“...la muerte y la vida se citan...”
(ante la presunta certeza de que Dios ha muerto, sintiendo el fracaso).
“...para amanecer, después del
naufragio, con la certeza de esta levedad del barro que me circunda.”
Mientras se
pregunta por el equilibrio inexistente y la sensatez, cuando el vacío invade
los cuerpos/mentes, despojados de fe y se hunden en la soledad, lo carcome la
falacia del amor cuando lo que hay fuera es desamor y desespero
“… qué fuerza nos mantiene cuando la
soledad – y las divinas ausencias – hunden lo humano.”
“Todo tan leve”
“No, no hay fuerza de atracción en
este barrizal del deshecho. Hay un estado infame de desamor que provoca
desespero.”
Contra los
numerosos recuerdos y la tristeza, solo la Poesía llena su vacío; la prisa
marca la vida, el silencio entre las personas, la monotonía y con el sentir de
las ausencias, no sabe adónde ir.
“...las sonrisas no llegan y el verso
golpea el vacío de mi vida.
Todo se repite
con la mecánica de la prisa...”
Pero se
resiste a tomar el camino de regreso a la nada y en él está el deseo de retomar
la lucha en soledad, aunque todavía no sabe cómo,
“Cómo parar esta inercia sin sentido”
para seguir
buscando en la poesía los prometedores años de la certidumbre, de la ilusión –
ahora a la deriva – de un mundo mejor, viendo cómo se esfuman los sueños que
tuvo.
El silencio
le duele en la memoria y siente la lluvia y el frío de saber que no sirve de nada
fingir una nueva realidad.
“Inventar la realidad
no cambia el estado de sitio. Porqué
fingir
cuando las vísceras se mueven
anunciando mudanzas...”
Se afana en
encontrar en la Poesía el hueco dejado por la esperanza. El tiempo frío y
lluvioso empeora su desazón de finitud y vacío y regresa al barro, como grano
de arena, como hormiga, para recuperar el abrazo, el disfrute de las pequeñas
cosas.
Entre la
memoria de sus recuerdos y el hastío, aparece la muerte, las vividas, quizás el
presentimiento de su propia muerte, todos los desastres del mundo con la guerra
a la cabeza y sin poder hacer nada, le hiere como un sentimiento de culpa,
arrastrando un lastre con ello.
Y escribe:
“Los dioses pasean por la periferia.”
“Los dioses manipulan moldes de barro.”
“Los dioses se empeñan en crear.”
Y, sin
embargo, “...caminamos en direcciones opuestas.”
El dolor
interior le atraviesa, pero no se compadece. Resiste; padece la sed que le
llega desde los recuerdos tristes de otros aconteceres dolorosos anteriores.
Y sigue la
vida sin renunciar a lo que es, debido al pasado. Es barro, aunque le duela.
“...ahora, me detengo ante otra forma
de la vida, con nombre y rostro propios.”
Y acepta la
nueva singladura.
Poemario de
auténticos sentimientos y sensaciones, el poeta se desnuda y desnuda los poemas
de artificios y falsedad: hay soledad, miedo, muerte, vacío, incertidumbre a
merced de que el olvido le consuele.
Encarando la
verdad a costa de sufrir sus consecuencias, después de vivir toda una vida de
mentiras tapadas, desde la misma iglesia.
Nada tiene
sentido cuando lo sagrado se vistió de mentiras; ¿qué sabemos entonces si no
podemos distinguir entre mentira y verdad?
“Los justos naufragan en el vacío”
Este
descreimiento que se apodera del hombre, le lleva al caos de un vivir exento de
valores y de solidaridad.
La herida
abierta por el desconsuelo y la sinrazón que se siente ante la orfandad, no se
cierra.
Sin embargo,
el alba que cierra la noche, con su séquito de luz, despeja el llanto. Pero
necesita de gestos armonizados para volver a la calma perdida.
Rememora
pasajes bíblicos aprendidos sobre Dios, vive el infierno de un mundo absurdo y
estúpido, un mundo en caos, donde Dios se asoma quizá y no hace nada
Y el poeta
pide, porque lo necesita, una tregua a ese infierno.
Sintiendo la
fragilidad ante la falta de voz, de calor, sacudido por el vacío y la miseria
bajo el peso de la costumbre.
Solo “...el
verso escapa de la confusión.” volviendo a reivindicar el consuelo que da la
Poesía, mientras la humanidad deshumanizada le come por dentro con sus
tristezas y el paso inexorable del tiempo. Viviendo una vida cainizada, con
Caín vencedor, no sale de la penumbra. Quiere creer, aunque esté lejos la
solución.
“Los ángeles tienen una mirada
perpleja.”
¿Qué hacer?
Se pregunta, sin sueños, con inquietud.
¿Qué decir?
Ante el silencio, cuando el ruido engulle la belleza de los recuerdos.
¿Por qué? No
puede hacer nada excepto callar ante el silencio:
“...pero no matar el mundo.”
“Si la duda es una brecha
por donde los sueños escapan
qué hacer cuando no hay mensaje
y la inquietud se yergue
en el centro del alma,”
Quiere
deshacerse de esta incertidumbre convertida en amenaza, en amarra y mordaza,
sin poder actuar.
Desde estas
posiciones, concluye que hasta la Poesía ya no ayuda.
“...preso del infortunio
el verso se nubla.”
Ve cómo ya
nadie mira a nadie, presos de una individualidad incoherente y absurda,
avocados todos a la soledad más aberrante. Nada ni nadie protege la vida, ahora
que parece que todo está perdido y lo invade la consternación.
“Estoy ante el dolor de lo perdido,
en la desesperanza
sin poder reparar
estos versos de agua.”
Vuelve a
revivir el recuerdo de la orfandad, le llueve sin parar y ve entre la gente su
sed de libertad en sus caras anónimas, Pero, como si de un milagro se tratara,
la salida del pozo va apareciendo en un día de diario, de escuelas y bares
abiertos, al olor del café. Vuelve a la vida de verdad, sin pensamientos
dolorosos, mientras sigue la lluvia.
Le vuelven
los sueños multiplicados, recupera el sentido de la vida y vuelve a saborear la
lluvia, el aire, las voces, los ruidos de la calle y sus sonidos. Llueve tanto
y la lluvia le rescata, se va llenando de ideas que le bullen en la cabeza
Este
poemario hace un viaje desde la rotunda tristeza de los recuerdos más oscuros,
atravesando un tiempo de vacío, miedo, soledad y dolor y tras mantener la calma
incluso sintiéndose extranjero en su propio cuerpo, el poeta sigue y sigue con
la vida, su vida, hasta recuperar de nuevo la esperanza, la certidumbre, el
sentido de la vida, sentir de nuevo la calidez de las relaciones humanas y que
el calor del sol acaricia de nuevo su rostro y sus sueños.
En cada
memoria, el autor recrea unas circunstancias, unas actitudes, pensamientos y
recuperaciones de valores adormecidos por el peso de los recuerdos del pasado,
y la depresión en que se ve inmerso, como en un pozo, sin herramientas que
poder usar para salir.
Y el tiempo
pasa y con su paso lento va abriendo rendijas en el muro de la desesperanza.
Y el poeta
marcha con su pesadumbre el tiempo necesario para la recapacitación de sus
pensamientos, de sus sentires, curándose poco a poco al ir recuperando
pensamientos y actitudes más positivos que le ayudan a volver a su estado
original de calma y orden.
Un abrazo.
Carmen S.
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