El
mundo se detiene en mi carne
cuando las horas frenan
el invierno.
Un sabor a menta recorre
la
avenida de mi cuerpo
entregado al juego animal
de
los sentidos.
La caricia del agua marca un ritmo misterioso,
una
danza que la sangre del poema entiende.
Y
en este lenguaje, amante de los gestos,
los
dedos reptan hasta modelar el sueño
y
la boca se desnuda ante el eterno consuelo
del
verbo.
Todo perfecto, todo, mas allá de la norma.
No
hay clave capaz de descifrar el vértigo
del
sexo que arranca trozos de cielo
al
atravesar los límites del alma.
2 comentarios:
Bello...como siempre....
Gracias Carlos. Un honor tus aprecios. Un abrazote.
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