Un domingo de julio, un domingo cualquiera. Poca gente en la calle. Las nubes dan un aire de calma a la mañana. Después de salvar algunas plantas los fuegos preparan la comida. Todo sigue un ritmo lento, como si el tiempo estuviera pegado a la paredes. Los ruidos hacen eco en los rincones de la avenida. Cierro los ojos y dejo de leer. El sueño me atrapa. Las dos, es el momento para recomponer todo despejando las "musarañas". Estas se adhieren a los silencios, a los silencios silenciosos. Este domingo de julio, donde nada ocurre y todo puede suceder de pronto.
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