domingo, 26 de julio de 2015

De los "nombres" de la trona.




Una trona no es un trono en femenino sino la torre vigía desde donde Rodrigo divisa lo que le gusta; es, a veces, la silla de castigo cuando elude la obediencia a las pocas normas. Una trona es, valga la comparación, un campo de batalla donde comer se personaliza como un enemigo. En realidad, la trona es un estorbo en medio del salón o el office con la que todos tropezamos en nuestras idas y venidas. Bendito estorbo que sirve de remedio para alcanzar lo mejor o para sufrir el peor de los tragos con Rodrigo.

¿Qué pensará Rodrigo cuando pasen los años y vea este armatoste con diseño de IKEA?  ¿Se acordará de ella como potro de tortura o como taller donde dibujó los primeros garabatos? Creo que se reirá y hará chistes de esta silla deforme que le permitió estar a la altura de todos en la mesa. ¿Se acordará de las riñas ante los purés de pescado, más ricos que un potito, con el que jugaba y enfadaba a todos por ello? No creo, Rodrigo, como el resto de los humanos, tiene un especial anticuerpo que borra el pasado doloroso dejándolo en las emociones presentes. Se acordará, eso sí, de los achuchones y de las risas, de los momentos en el que le hemos querido viéndolo crecer y contando sus dientes.


Menos mal que existe la trona, "el trono", donde Rodrigo es rey y el freno desde donde poder dominar este potro desbocado, un niño feliz, con un gran arsenal de testosterona.

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