Rodrigo ha comenzado sus primeras clases de natación. Una experiencia que
le devuelve a la primera sensación, a la memoria inicial. Ahora tiene
que saltar,
zambullirse y dejarse llevar por la corriente blanda. Las palabras sobran en
esta emoción contenida mientras pies y manos flotan. No le ha costado mantener
el equilibrio mientras apretaba unos patos de juguete.
Todo es diferente para
él en esta nueva aventura donde las palabras andar, estar de pie, apoyar no
tienen el mismo significado. Otro punto más en ese ir rellenando las páginas de
su historia. Rodrigo aprende rápido. Toda su atención está en el juego de
ballenas y peces imaginarios que va
introduciendo en su cielo particular. Ríe, habla, llora, sus movimientos son
rápidos en esa piscina que le lleva a su mar primero.
Es un regalo verle como
mira los bordes donde puede “atracar” para recoger nuevos juguetes. Va de un
lado a otro, sin punto fijo, como quien traza el boceto de una vida sin
ordenar. Rodrigo descubre esta nueva emoción que se le pega a la piel y le
envuelve, el abrazo de un elemento que no le es ajeno. Otro motivo para
soñar, otra referencia para crecer
sintiendo la gratuidad de lo que le rodea
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