La obra de Luis Oroz, Otras
formas de silbar el miedo se presenta en Badajoz.
SOBRE EL AUTOR.
de Luis Oroz podemos decir, entre otras cosas, que
es un madrileño afincado en Mallorca,
que fundó junto con otros poetas el foro
de poesía Alaire. Y que desde el
2005 viene publicando en Antologías, siendo esta obra, Otras formas de silbar el miedo, la
primera que él hace en solitario. Es de agradecer ver un libro donde Oroz es el
único autor, porque así se ve su gran sensibilidad y su forma peculiar de
crear.
Hay que decir, también, que su vida, como
autor, está cotejada de reconocimientos
literarios. Así lo muestran sus premios: Es ganador del II certamen de poesía “Poemas
sin rostro” 2006 en Murcia; del premio
Ágora (el VI premio “Francisca Adrover”
de Poesía 2007) en Palma de Mallorca. Ganador,
también, del II certamen poético
“Amparo Bletisa” 2010; y en el mismo año, Premio Nacional de Poesía en el XV certamen
Literario San Jorge (Madrigueras) de
Albacete. Además ha quedado finalistas en otros tantos certámenes
literarios. Así: en el V Certamen Internacional de poesía “Memorial
Bruno Alzola García” 2008; en
las ediciones XXIV y XXV del Premio “Gerardo Diego” de poesía del 2008 y
09.
Aunque, a decir verdad, cuando se habla de Luis Oroz, más allá de sus
premios, hay que hablar de su persona, de alguien entrañable que –en opinión de quienes le
conocen- hace que las cosas sean más sencillas de lo que, a veces, las hacemos
y son. Creo no equivocarme si digo que en
Luis, como autor, su cosmos
existencial y la obra guardan una estrecha relación. Y, siguiendo con esta
reflexión, me uno a las palabras de nuestro común amigo Julián Borao, que en el
prólogo de esta obra, comenta que ante Luis
Oroz, nos encontramos con una, de esas personas de las que se puede decir que ha sido capaz de trascender a su
cotidianidad una persona sensible que
ha convertido su asombro y su emoción vital en poema, siendo plenamente
consciente-sigue diciendo Borao- de que la poesía está también más allá de sí
mismo. Creo que que estas palabras del prólogo, resumen bien lo que Luis
es.
SOBRE LA OBRA.
El poemario lleva
un título muy sugerente: Otras formas de silbar el miedo.
Digo sugerente porque, es cierto, se silba cuando uno siente cerca el vértigo
de lo desconocido, o el sabor de lo inesperado y en soledad. Pues bien
arrancando de esta magnífica expresión Luis Oroz nos trae un libro donde los versos
trazan unas herramientas particulares para enfrentar ese sentimiento irracional
que es el miedo.
El libro tiene cuatro partes. Cada
una de ellas con unas citas cabeceras que no podemos pasar por alto. Estas son
de autores como Blas de Otero, Pepe
Hierro, Ángel González y Gil de Biedma. Todos ellos forman parte de lo que
se dio en llamar la poética social, e incluso intimista.
Bien, después de
una lectura atenta de los poemas de cada una de estas partes he hecho mi
reflexión particular:
Nuestro autor hace hincapié,a lo largo de este libro, en realidades diferentes: el tiempo, los existenciales, como la
libertad, el dolor, la esperanza, las emociones… Y todo ello, con el trazo
de metáforas sugerente, unas imágenes que sorprenden porque, como dice
Borao- juegan con la contradicción y con
lo inesperado. Es muy importante decir que
la poética de nuestro autor es lo
que algunos llaman-poética del instinto y de la experiencia. Este aspecto queda
perfectamente reflejado en las páginas
de este libro.
Antes de comentar cada parte, quiero dar un apunte del poema principal. Este,titulado Contraportada, es pórtico de los
cuatro capítulos. Pienso que este poema es la clave de
toda la obra. Imprescindible leer despacio los primeros versos:
Espera. El libro está cerrado/… Estás justo en
el vértice donde nace la historia,
para terminar con una estrofa final, para mí, llena de significados:
Puedes coser tu tiempo a mi destierro,/ alargar la bufanda de las horas /por si el
frío se extiende, /infeccioso y tenaz,/ de mi mano a tus manos./ El libro está
cerrado,/ nuestras vidas a punto de estallar sobre la mesa.
Magnífico. Maravilloso este primer verso donde
el yo literario invita, a un lector imaginario, a abrir la obra “cosiendo
su tiempo al destierro del poeta…” Solo con esta expresión podríamos hablar
hasta mañana.
En el primer capítulo he
visto como, entre los versos, el tiempo toma protagonismo. Sí, el tiempo vital, existencial, con el que se
establece un duelo. La cita en esta primera parte es de Blas de Otero, el poeta de lo social, que dice: Que mi voz brille libre, letra a letra/restregué contra el aire las
palabras.
Desde el primer
poema, se observa este sentimiento de Blas de Otero que Luis Oroz hace suyo.
Así, lo que nos encontramos de entrada son unos escenarios propios de la farándula de un bar de copas. Aquí es donde nuestro autor nos hace entrar
para decirnos, de manera casi intimista, que hay que ser capaz de separar el whisky del
silencio, la realidad
desbordada de lo profundamente íntimo. Sí, en
este hábitat perdido en un desierto de
cócteles y luces, es donde el yo literario subrayará la amistad, donde pondrá el acento de lo que supone el amigo
encendido en mitad de la noche apuntando a mis párpados. Es en este lugar, un bar de copas-donde el tiempo se dilata hasta dejar de
existir,- donde Oroz nos invita a
entrar para hablarnos como el
amor se sumerge en una copa que no puede
beberse, donde el abrazo rompe los relojes
a las cuatro y sin voz de la mañana. Sí, es aquí donde el Yo incuba en los
ojos del otro una edad diferente, una
curva irreal que fragmenta la cáscara
del tiempo.
Entre los
versos de esta primera parte, aparece el tiempo, a veces el tiempo pasado, frágil, sutil, como expresa uno de los poemas: Lo cierto es que el pasado se desliza bajo
los altavoces, igual que de la duda se descuelga la araña venenosa de la
soledad. O como expresan estos versos: Los
años, /como adverbios de tiempo suspendido, / han formado su nido /en la copa
nocturna de las irrealidades/y desmiembran “ahoras” y “mañanas”/ en la hambrienta garganta del pasado. Considerado
así, el tiempo que se hace historia,
una historia sujeta por los brazos que se apoyan en una mesa de humo que el yo literario conoce bien. Sí, el tiempo, el tiempo, como vida que es la costumbre de romperse los ojos, de abandonar la claridad, de sumergir- aunque parezca paradójico- al
tiempo en un vaso de tiempo.
Este tiempo –
dirá el poeta- se disuelve en la
inmortalidad (como destiempo), haciendo aparecer “el rastro de tu voz sobre mi voz, la longitud inmensa de lo que, tal
vez, alguien recorrerá también sobre
nosotros”.
Me pregunto si no
será esta consideración del tiempo que veo ,entre los versos de la obra, una
forma distinta de silbar ante el miedo, ante el vértigo que provoca el hecho de que todo pase y se acabe.
Aquí, en este
primer apartado tomaría el segundo y el último poema
LAS ÚLTIMAS COPAS
A veces alguien llora
sin otra realidad que la de ser
extranjero en su cuerpo.
Era triste mirar,
bajo el aire indigente de lo que ya no importa
gravitaba un ayer desconocido.
El amor sumergido en una copa
que no puede beberse,
el abrazo que rompe los relojes
a las cuatro y sin voz de la mañana.
En un naufragio de sonrisas
flotaban, boca arriba, los recuerdos.
Ajenas, perseguidas,
dulcemente inaudibles,
las palabras caían
sobre la cresta blanca de la música.
Era triste mirar aquellos labios
posados en la rama, estrecha y vacilante,
de la felicidad.
El humo y la pasión son dos himnos de fuego
y el alcohol un país cuya bandera
ondea en las miradas.
Yo incubaba en sus ojos una edad diferente,
una curva irreal que fragmentara
la cáscara del tiempo.
Pero fuimos burbuja, traslúcido jabón entre las manos,
la frágil convicción que sobrevive
suplicando vacíos sobre el mundo.
Allí, mientras reíamos,
ahora lo comprendo,
murió de inanición mi adolescencia,
o tal vez siga viva,
inmensa y transparente,
como el dolor soluble que sujetan las lágrimas
INMORTAL
Nos dejaste las hojas y el rocío
el mar
las instrucciones
para aprender a andar sobre las aguas
Raquel Lanseros
La emoción que resbala,
la evidencia
de no saber si todo permanece.
La nostalgia es el rastro de otras voces,
de la ajena palabra que en tu boca se hunde
para imprimir su huella
sobre esa playa que llamáis silencio.
Unas manos distintas sujetarán tu copa
mientras brindamos juntos
por la certeza de la incertidumbre.
Como un pez diminuto que en el cristal comprende
la transparencia de la inmensidad,
así se expande el mundo
desde el vidrio convexo en el que habitas.
Y sin volver regresas de la muerte a la vida,
gravitando las aguas
y alejándote
de todo lo que un día conocimos.
Yo no diré tu nombre
ni el motivo
por el que estás aquí mientras te pierdo,
porque tal vez es eso
lo que te hace inmortal;
el rastro de tu voz sobre mi voz,
la longitud inmensa de lo que, tal vez, alguien
recorrerá también
sobre nosotros.
En la segunda parte, en el segundo
capítulo, es José Hierro el poeta de cabecera. La cita es significativa
respecto del contenido de este apartado: No
es frecuente que sea así, pero sucede, como ahora: de súbito se encienden mar y
música; estallan tiempo, espacio, fuera y dentro; giran deslumbradores vida de
ayer y sangre fresca, es como un huracán irresistible.
Aquí, mi
reflexión, después de leer unos poemas magníficos, se centra en los sentimientos, las emociones. Es curioso,
la temporalidad pasa ahora del pasado al presente. Así dice el poeta:
Hoy /entra por mi
boca, /expira con mis labios, /utiliza mi lengua para desempolvar el corazón de
su significado. /Me ama de verdad y, sin embargo, espera / a morirse de mí para
besarme. Sí, son las emociones que existen como pájaros que emigran hacia el sur para
acercarse.
En esta segunda parte,
el tiempo recibe el apelativo de zoo-ilógico donde todo es posible. Zoo (animal). El
tiempo es como un animal fuera de toda lógica. Este, el tiempo, junto con
la distancia, forman un mundo a donde se
regresa, al goce de no ser.
Interesante los dos primeros poemas
INEXPLICABLE
Nosotros siempre tuvimos claro
que un ave podría generar el cielo
J.J. Ferreiro
La miro conversar, la reconozco
frágil,
como una risa huérfana
de oídos.
Está en el otro lado de lo que conocemos,
donde la realidad y su ficción
jamás han existido,
bajo el túnel hermético que el desamor construye
de silencio a silencio.
Hoy
entra por mi boca,
expira con mis labios,
utiliza mi lengua para desempolvar
el corazón de su significado.
Me ama de verdad
y, sin embargo, espera
a morirse de mí
para besarme.
La intuyo respirar, no puedo verla
enhebrando mi luz
en la aguja que cose nuestros sueños.
Si le grito ¡ya voy!,
ella despierta,
si me susurra ¡ven!,
yo me deshago.
Tal vez la vida solamente exista
cuando has sido capaz de compartirla.
INNOMBRABLE
¿Cómo puedo decírtelo?
si nombrarlo es romperlo,
si no existe raíz
para lo no sembrado todavía,
si buscarle un lugar es destrozar
su vocación de dios sobre los hombres.
Yo sé que puedes verlo,
que sonríes
cuando escuchas callar lo que te cuenta,
que pisas tú también cada una de esas huellas
que no podrás pisar
(es lo que pasa).
No,
yo no puedo decírtelo,
ni tú preguntarás cómo ha llegado,
porque tan solo aquello que se sabe inconsciente,
como un acto reflejo,
puede vivir sin nombre y sin origen.
porque, después de todo,
cuando todo esté cerca, de tan lejos,
tal vez será la única
e indescifrable forma de esperanza.
En la tercera parte, la cita de entrada es de
Angel Gonzalez. Esta marcará el
contenido ya que en este apartado aparecen los existenciales, como la libertad
y el dolor, entre otros. Estos existenciales se describen con imágenes
sugerentes que apuntan a otras formas de silbar ante lo irremediable. A cada
uno de estos existenciales el poeta le exige hacer frente a la dificultad. A la
libertad se le pide que sujete la lengua con su lengua sin márgenes -/y
pronuncia, /si puedes, / un te quiero infinito.
Y así, en medio
de este ambiente existencial, aparece el apunte de un rasgo metapoético, al hablar
del poema como un arma para silbar ante
el miedo de la vida. Así es, el poema se transforma en un niño
imprescindible,/ un bebé que disfraza en su boca de trapo /todas esas palabras
que nada significan. Es el poema del que el yo literario dice: Provocas el amor o cierta sensación de
indiferencia, sin embargo los que escuchan tu sangre sienten miedo, porque
también se vence a los ejércitos hiriendo el corazón y la memoria. En el mundo
hay cariño de sobra para un niño perdido. /No vas a crecer nunca. / Jamás
estarás solo, / porque llevas escrito en tu inocencia /el último secreto de los
hombres. /No existe muerte alrededor el mundo /que deje en orfandad el
pensamiento.
POESÍA
Tal vez eres un niño imprescindible,
un bebé que disfraza en su boca de trapo
todas esas palabras que nada significan.
Vulnerable y aislado,
te dejas desear mientras ocupas
otra cuna vacía.
A nadie perteneces, pero lloras
y tus lágrimas forman una madre imprevista.
Provocas el amor
o cierta sensación de indiferencia,
sin embargo
los que escuchan tu sangre sienten miedo,
porque también se vence a los ejércitos
hiriendo el corazón y la memoria.
En el mundo
hay cariño de sobra para un niño perdido.
No vas a crecer nunca.
Jamás estarás solo,
porque llevas escrito en tu inocencia
el último secreto de los hombres.
No existe muerte alrededor el mundo
que deje en orfandad el pensamiento.
En la cuarta y última parte, la cita que
aparece es de Gil de Biedma: Oh innoble servidumbre de amar seres
humanos, y la más innoble que es amarse a sí mismo! La cita subraya las
antítesis de la generosidad. Es la
generosidad que arranca del propio poema. Posiblemente, este valor
apuntado, sea otra de las formas de
hacerle frente al miedo, de silbar el miedo.
En este cuarto
capítulo me he fijado especialmente en los dos últimos poemas. En ellos el yo
lírico subraya el valor de las palabras, esas que plasman la inmortalidad del
que se acerca al poema mismo. El deseo noble de la inmortalidad es otra forma
de hacer frente a los miedos, otra manera de silbar ante el vértigo de lo
finito. Ser inmortal es ir muriendo en
las vidas ajenas, -dice el poeta- es
ir abandonando sus memorias para quedarse, ausente, en las palabras, para ser
otra vez, y esta vez para siempre, el poeta sin cuerpo que antes eras.
Resumiendo:
En estas cuatro partes nuestro poeta, presenta las estrategias necesarias para hacer frente a
la gravedad de la propia existencia.