Es difícil hablar cuando la vista se ha saciado de luz y ésta ha alimentado el alma. ¿Qué decir de estos rincones de Cabo de Gata? Ante tanta belleza las emociones te hacen enmudecer y parece que no encuentras las palabras capaces de describirla.
Riela la luz, una lengua verdi-blanca
mecida por el viento. El alma gravita
al borde del silencio dibujando
el horizonte. En este sueño de barcas
te nombro deletreando el adjetivo
que señala la vida.
Un ir y venir de las vocales del agua,
un beso suave que acaricia la piel
de las rocas. Lento susurro de las nubes
que te acerca hasta morir de amor.
Dejas la marca de tu rostro en la pared azul
de su cuerpo. Una sombra de nubes
viste el paisaje. Luego, lento, te vuelves
para declarar la paz sin resistencia.
Vuelves a precipitar tu desnudez
sobre este silencio de agua y rocas.
Vuelves a mirarme con gesto de misericordia
capaz de hacerme vivir fuera del fuego.
El eco de otras voces se mece en las olas,
habitan los ángulos del arrecife. Las sirenas
cerraron la puerta de este mar que me deja.
Sólo el sueño, el sueño generoso, me acerca
hasta ti y tu risa.
Nunca me dijiste nada tan sólo me acariciaste
con ese dedo de agua que dibuja el infinito.
Dos,tres, se hace el silencio. Dos tres,
cuatro, así cuento los segundos de este mar
que me arropa. Así marco el abrazo
de este agua para atar el sueño
del que no quiero despertar.
Me devuelves a la puerta del paraíso.
No sé tú precio ni me importa
sólo quiero apretar esos segundos
del momento final
de la creación.
Vuelves abriendo la esperanza.
Y en este mar de infinitos las palabras
dejan de soñar. Un silencio solemne
se adueña de todo.
Se fueron, dejando el lugar desnudo de voces
pero no de brisa, dando color al silencio
de los dioses.
No es el final sino un punto donde la vida tiene
el poder de cambiar el destino de los hombres.
Una luz abierta al infinito de esta gramática
mediterránea, que te bendice.
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