Heridas de guerra, eso te dice tu madre
para que no te acuerdes de la caída.
Y te levantas, como un rayo, dices
agarrándote a mi mano.
Tú,
herido de guerra, te conviertes
en un soldado que libras batallas
entre el salón y tu cuarto. Un espacio
donde los juguetes
vuelan, esos coches
que te imaginas, hablan y comen.
Heridas de guerra,
las noches de vigilia
buscando el pecho materno para seguir
durmiendo;
los momentos de hospital
para afirmarte que la herida duele
y te deja sin comer preso del hambre.
Tú,
herido de guerra, me hieres
al sentir tu llanto de héroe rebelde
que resistes a la norma y la orden
te violenta.
Heridas de guerra,
las que tendrás cuando llegue
el momento de dolerte el amor
y no sepas qué decir ni a quién escuchar.
Yo,
estaré ahí, aunque no lo sepas,
curando tu herida, mi herida en ti,
nos separe
porque tú vueles y yo muera
para seguir viviendo
en tus sueños de justicia
y en tus desvelos.
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