domingo, 28 de octubre de 2018

De la noche y sus tropiezos

                                                                                                
                                                                 

                                                                                                                       Mi único tema es lo que ya no está.
                                                                                               Sólo parezco hablar de lo perdido.

                                                                                                                               Jose Emilio Pacheco

                                                         

NO ME IMPORTA recordar lo que no está y se perdió en la  ácida nebulosa de los días.  Aquello que fue vital, ahora, envuelto en papeles de estraza. Cuánto empeño puse en aquello que creí era el soporte de mi vida, ahora sepultado y revestido por estos pensamientos en la noche. En esta liturgia nocturna, siento el pasado, no como una perdida sino como el ethos de lo que soy. Lo que no está, porque fue, está ahora en lo que vivo.

La noche, este espacio de lo posible, descorre (apocalypto) el velo de los espejos donde no me avergüenza mirar y perdonarme. Este momento de abrazos y de carne, de gestos imposibles, me hacen guardar silencio. Sí, el silencio de esta noctámbula me  enfrenta, sin pudor, a la locura del pasado; a la estupidez consentida; a lo irracional que frenó lo mejor; al instinto de la bondad que cambió el rumbo de mi vida. No me importa recordar lo que no está porque soy lo que fui.


El tiempo pasado, lleno de emociones que no buscaron el elogio, de risas en medio de lo precario, de generoso encuentro con ese rito de la amistad que perdura a pesar de la traición. Sí, lo pasado permanece como aquel Odiseo volviendo a Ítaca. No reniego ni de mis fallos, porque estos me hicieron crecer. Todo lo he ganado. Ahora, me siento vivir en el silencio de lo que fui en lo que soy.

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