viernes, 26 de octubre de 2018

La levedad del barro




LENTO se despierta el día. 
La luz besa las paredes, 
rompe la guadaña de las sombras. 
En este acoso de grises y perezas, 
los recuerdos se amontonan 
envueltos con sonidos callejeros.

El silencio de las manos esconde al verbo.

Las sonrisas no llegan y el verso 
golpea el vacío de mi vida. 
Todo se repite con la mecánica de la prisa. 
El secreto marca el conflicto de los cuerpos.

¡Hay tanta ausencia!

Libros desplegados; un punto rojo 
en los sábados de octubre; 
recordatorios de visitas; marcas 
en las hojas pares de un libro. 
Des-orden; un jardín inglés.

No hay dentro ni fuera.

La carne reclama 
el suicido de las formas, 
el comienzo de otra secuencia. 
Abandono el apresto falso 
de ir sin saber a dónde.








DUELE el parto de lo infinito 
en este límite ingrávido 
del alma.

La memoria juega a regresar a la nada.

El deseo retoma el color 
en la piel de la vida. 
Solo, en esta lucha. Solo 
con el anhelo de alcanzar el silencio 
de aquello que no se nombra.

Cómo parar esta inercia sin sentido.

( De Rehacer el alba, Vitruvio, Madrid. 2018, pág. 25 ss.)







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