miércoles, 10 de enero de 2018

Saber leer los versos. M.A. Lonardi



El 31 de diciembre del año pasado recibí este regalo de la poeta Mariángeles Lonardi. Fué un regalo de Navidad de estos que te llegan muy hondo. Le agradezco este detalle. Transcribo el comentario literalmente: 

Comentario del libro:
Las siete vidas del gato” de 
Faustino Lobato Delgado.  
La Editorial.es



      Hace unos días, Faustino me regaló su libro ( Las siete vidas del gato) versión digital y me propuso que le hiciera una reseña o comentario, a lo que accedí encantada, porque considero que es un detalle de su parte y es un libro que merece la pena. A pesar de que, de primeras parece una historia personal, intimista y hermética, este libro es un canto a la vida, pensado para todos los hombres de buena voluntad, porque todos somos iguales a los ojos del Creador y todos tendremos que enfrentarnos algún día, de una u otra manera , al mismo desenlace.

        Sé, por referencias del autor, que este libro lo escribió en un momento muy duro y muy difícil en la vida. Precisamente en esos momentos, es cuando nos planteamos sobre nuestra existencia. Es tan corta la vida, es tan poco el tiempo que tenemos y creo que, más nos afecta la incertidumbre de no saber hasta cuándo.

      Faustino intenta darle a su padre siete vidas pero también dárnoslas a nosotros, para poder sobrevivir a todas las pruebas y seguir aquí, dándolo todo, insistiendo, con más ganas de vivir. Porque parece que él quiere que nos quedemos aquí.
Un gran temor a la pérdida se trasluce en el fondo de este grito desesperado por sobrevivir, cueste lo que cueste.

          También me parece que, conocer de cuestiones de Fe y por su cercanía a Dios, hacen que el autor deje una puerta entreabierta a todos los interrogantes. Sabedor de nuestras limitaciones, da una prueba más de que los hombres no tenemos las respuestas.
Y me viene  a la memoria una frase del genial Ricardo Piglia, que me parece muy interesante destacar en este punto.

             Hay que vivir en tercera persona (Ricardo  Piglia)

               No siempre puede uno saber a qué ha dedicado una mujer o un hombre los últimos años,                     meses o días de su existencia. La vida se parece entonces a uno de esos filtros degradados                  en los que apenas se perciben los límites del final. Uno solo sabe que se acaba. Fin.
           Y ante la inevitable partida, la fragilidad y lo vulnerable de nuestra condición humana, toman protagonismo. “Las siete vidas del gato” está dedicado a su padre, de quien aprendió a mirar la vida, dice el autor. Y a modo de un intento por organizar las piezas del puzle, divide el libro en  cuatro grandes capítulos y unas Reflexiones finales, como un epilogo, muy recomendables para ampliar la visión y la perspectiva que pretende  darle el autor.

          PARTES DEL LIBRO

I Enfrentar latidos

II Las siete vidas del gato

III En la frontera de los pasos

IV Hay tanto viento.

Reflexiones finales.

                    No voy a hacer una crítica literaria, ni a ahondar en recursos y tecnicismos académicos, pero sí diré que este libro, lo que necesita es ser leído, y con detenimiento, puesto que tiene mucho que aportarnos.
             El autor conoce las metáforas y recurre a ellas para expresar desde  la hondura del sentimiento, lo que a veces, resulta indescriptible. Acepta lo que está viviendo pero, también sabe de la crudeza del dolor y de lo contrariados de sus sentimientos y de lo que está experimentando en este duro trance. Y con una habilidad exquisita, recurre a la simbología también. Pretende decir, pero no herir susceptibilidades. Utiliza imágenes sensoriales que, nos hacen descubrir el excelente dominio del lenguaje figurado. Por ejemplo, hablará del viento en lugar de la mirada o se referirá a lo efímero de la existencia con la expresión “carne”.
                     A lo largo de los poemas la tensión aumenta, la trama y la urdimbre tejen la expectación. Una lucha interna por mantenerse integro junto al padre que se va y por soportar, como corresponde, lo que no estamos preparados para aceptar ni soportar, a ojos de una sociedad costumbrista, que hasta te dice cómo tienes que hacer el duelo.
Cuando la partida es inevitable aparecen los interrogantes, las incógnitas, las dudas y los planteamientos y nos replanteamos prácticamente todo y nos detenemos ante la falta de respuestas, ante el silencio y Faustino, lo describe magistralmente en estos versos finales:
Tu memoria se quema a la sombra
del silencio, arde en el fuego original
de tu sonrisa. Cuanto aprendí
en ese no decir nada y en tus gestos
diciéndolo todo, cuánto.
¿Hasta qué punto estamos dispuestos a mantenernos firmes hasta el último aliento? ¿Hasta qué punto somos capaces de escuchar y de entender los silencios que, aunque parezca una frase hecha, dicen más que mil palabras?.
¿Hasta dónde somos capaces de llegar? Quemamos los cartuchos, esperanzados en obtener otra vida para seguir y seguir, porque sería un alivio saber que tenemos disponibles varias vidas, antes de la partida definitiva  ¿verdad? 
Estas son algunas de las reflexiones que suscita el libro a la vez que te va estremeciendo. Se nota la madurez del autor, el saber estar ante las circunstancias y una aquilatada estabilidad emocional envidiable. Una capacidad que le permite enfrentar con entereza, a pesar de las debilidades de la carne,  ciertas tempestades de la vida. Va buscando la luz para, aferrado a ella, soportar con mayor fortaleza los embates del camino.
Ojalá aprendamos a ver con los ojos de Faustino, que le dio valor al momento y se mantuvo firme, integro, para seguir aprendiendo de su padre, de quien aprendió a mirar la vida -como dice -. Sería una buena prueba de que este libro tiene mucho que aportarnos, para que no sea solamente “un tránsito animal”.
Solo hay que saber leer estos versos que están escritos con el corazón y que son la carne del poema. Una intencionalidad que nos lleva a un marco contemplativo para enseñarnos a ver de manera más sensible, el otro lado de lo inevitable.

María Ángeles Lonardi
Almería, 30 de diciembre de 2017.

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