El 31 de diciembre del año pasado recibí este regalo de la poeta Mariángeles Lonardi. Fué un regalo de Navidad de estos que te llegan muy hondo. Le agradezco este detalle. Transcribo el comentario literalmente:
Comentario del libro:
“Las siete vidas del gato” de
Faustino Lobato Delgado.
La Editorial.es
Hace unos días, Faustino me regaló
su libro ( Las siete vidas del gato) versión digital y me propuso que le hiciera una reseña o comentario, a
lo que accedí encantada, porque considero que es un detalle de su parte y es un
libro que merece la pena. A pesar de que, de primeras parece una historia
personal, intimista y hermética, este libro es un canto a la vida, pensado para
todos los hombres de buena voluntad, porque todos somos iguales a los ojos del
Creador y todos tendremos que enfrentarnos algún día, de una u otra manera , al
mismo desenlace.
Sé, por referencias del autor,
que este libro lo escribió en un momento muy duro y muy difícil en la vida.
Precisamente en esos momentos, es cuando nos planteamos sobre nuestra
existencia. Es tan corta la vida, es tan poco el tiempo que tenemos y creo que,
más nos afecta la incertidumbre de no saber hasta cuándo.
Faustino intenta darle a su padre
siete vidas pero también dárnoslas a nosotros, para poder sobrevivir a todas
las pruebas y seguir aquí, dándolo todo, insistiendo, con más ganas de vivir.
Porque parece que él quiere que nos quedemos aquí.
Un gran temor a la pérdida se
trasluce en el fondo de este grito desesperado por sobrevivir, cueste lo que
cueste.
También me parece que, conocer de
cuestiones de Fe y por su cercanía a Dios, hacen que el autor deje una puerta
entreabierta a todos los interrogantes. Sabedor de nuestras limitaciones, da
una prueba más de que los hombres no tenemos las respuestas.
Y me viene a la memoria una frase del genial Ricardo
Piglia, que me parece muy interesante destacar en este punto.
Hay que vivir en tercera persona
(Ricardo Piglia)
No siempre puede uno saber a qué ha dedicado una mujer o
un hombre los últimos años, meses o días de su existencia. La vida se parece
entonces a uno de esos filtros degradados en los que apenas se perciben los
límites del final. Uno solo sabe que se acaba. Fin.
Y ante la inevitable partida, la fragilidad y lo vulnerable
de nuestra condición humana, toman protagonismo. “Las siete vidas del gato”
está dedicado a su padre, de quien aprendió a mirar la vida, dice el autor. Y a
modo de un intento por organizar las piezas del puzle, divide el libro en cuatro grandes capítulos y unas Reflexiones
finales, como un epilogo, muy recomendables para ampliar la visión y la
perspectiva que pretende darle el autor.
PARTES DEL LIBRO
I Enfrentar latidos
II Las siete vidas del gato
III En la frontera de los pasos
IV Hay tanto viento.
Reflexiones finales.
No voy a
hacer una crítica literaria, ni a ahondar en recursos y tecnicismos académicos,
pero sí diré que este libro, lo que necesita es ser leído, y con detenimiento, puesto
que tiene mucho que aportarnos.
El autor
conoce las metáforas y recurre a ellas para expresar desde la hondura del sentimiento, lo que a veces,
resulta indescriptible. Acepta lo que está viviendo pero, también sabe de la
crudeza del dolor y de lo contrariados de sus sentimientos y de lo que está experimentando
en este duro trance. Y con una habilidad exquisita, recurre a la simbología
también. Pretende decir, pero no herir susceptibilidades. Utiliza imágenes
sensoriales que, nos hacen descubrir el excelente dominio del lenguaje figurado.
Por ejemplo, hablará del viento en lugar de la mirada o se referirá a lo
efímero de la existencia con la expresión “carne”.
A lo largo
de los poemas la tensión aumenta, la trama y la urdimbre tejen la expectación.
Una lucha interna por mantenerse integro junto al padre que se va y por
soportar, como corresponde, lo que no estamos preparados para aceptar ni
soportar, a ojos de una sociedad costumbrista, que hasta te dice cómo tienes
que hacer el duelo.
Cuando la
partida es inevitable aparecen los interrogantes, las incógnitas, las dudas y
los planteamientos y nos replanteamos prácticamente todo y nos detenemos ante
la falta de respuestas, ante el silencio y Faustino, lo describe magistralmente
en estos versos finales:
“Tu
memoria se quema a la sombra
del
silencio, arde en el fuego original
de tu
sonrisa. Cuanto aprendí
en ese no
decir nada y en tus gestos
diciéndolo
todo, cuánto.”
¿Hasta qué
punto estamos dispuestos a mantenernos firmes hasta el último aliento? ¿Hasta qué
punto somos capaces de escuchar y de entender los silencios que, aunque parezca
una frase hecha, dicen más que mil palabras?.
¿Hasta dónde
somos capaces de llegar? Quemamos los cartuchos, esperanzados en obtener otra
vida para seguir y seguir, porque sería un alivio saber que tenemos disponibles
varias vidas, antes de la partida definitiva
¿verdad?
Estas son
algunas de las reflexiones que suscita el libro a la vez que te va
estremeciendo. Se nota la madurez del autor, el saber estar ante las
circunstancias y una aquilatada estabilidad emocional envidiable. Una capacidad
que le permite enfrentar con entereza, a pesar de las debilidades de la
carne, ciertas tempestades de la vida.
Va buscando la luz para, aferrado a ella, soportar con mayor fortaleza los
embates del camino.
Ojalá
aprendamos a ver con los ojos de Faustino, que le dio valor al momento y se
mantuvo firme, integro, para seguir aprendiendo de su padre, de quien aprendió
a mirar la vida -como dice -. Sería una buena prueba de que este libro tiene
mucho que aportarnos, para que no sea solamente “un tránsito animal”.
Solo hay
que saber leer estos versos que están escritos con el corazón y que son la
carne del poema. Una intencionalidad que nos lleva a un marco contemplativo
para enseñarnos a ver de manera más sensible, el otro lado de lo inevitable.
María
Ángeles Lonardi
Almería, 30 de diciembre de 2017.
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